Conversar con el actor y psicólogo Javier Echevarría no tiene pierde, cada una de las frases que suelta, tanto en sus espectáculos como en las entrevistas que brinda, son interesantes y pueden aplicarse para tener una mejor calidad de vida. Esta es la provechosa charla que mantuvimos con él sobre la pandemia, el amor a la madre, a la pareja, la resiliencia y también sobre la industria de entretenimiento peruana.
Cómo estás, Javier, en la obra Amor y dolor, se habla de un hombre que prioriza su trabajo, pero todo esto se ve frustrado con la llegada de la pandemia…
No solamente, la historia cuenta de una vida que está más o menos armada con un nivel de satisfacción importante en distintos aspectos, y viene la pandemia y, como les ocurrió a todos, se tuvo que enfrentar una nueva realidad. Todos hemos pasado por un duelo, porque hemos perdido a alguien o algo, no solamente hablando de muerte, porque en mi caso no ha sucedido, ese tema yo no lo toco porque no ha sido mi experiencia, pero sí en términos de realidades, porque la vida ha cambiado. Claro, ahora ya no queremos hablar de eso, pero la vida ha cambiado y no todo el mundo ha atravesado el duelo del modo correcto. Entonces yo, más o menos, hablo de mi experiencia y como psicólogo planteo cuál podría ser una ruta saludable para poder renacer.
¿Crees que un vínculo realmente fuerte podría haber llegado a su fin con la pandemia?, porque la obra trata de eso.
La obra trata de muchas cosas, claro que, por supuesto, la pandemia podría poner fin a muchas cosas, eso es cierto, como te digo, el duelo es cuando algo muy fuerte cambia: puede ser que un vínculo se rompa, puede ser que tu estatus económico cambie, puede ser que tu vida familiar cambie, puede ser que tu salud cambie, entonces, yo hablo de diferentes aspectos, pero al final hablo del tema central de la obra y es: si tú has sanado el vínculo con tu mamá, tu capacidad de renacimiento se expande. Cuando tú tienes cosas pendientes con tu raíz, tu capacidad para afrontar dificultades en la vida es menor.
Claro, dijiste que el padre te ayuda a ser resistente y la madre resiliente, ¿verdad?
Cuando yo hablo de eso, hablo de la función paterna y la función materna, puede ser que en una familia los roles estén mezclados, pero la función paterna tiene que ver con decir: “¡Aguanta!”, y la resiliente es: “Levántate, aquí estoy. Aquí estoy. Hay algo más grande que te está esperando, confía”. Confía como cuando confiaste cuando naciste, que atravesaste un pasaje muy estrecho y muy doloroso, y alguien te estuvo esperando. Alguien llamado mamá. Entonces, en la vida es así, el amor de la madre termina transformándose en el amor espiritual, de saber que siempre hay algo más grande que te está esperando.
¿Y qué pasa cuando falta ese amor maternal?
Vuelvo a repetir, tiene que ver con la función materna. De repente, la función materna la ha asumido el papá o un tío, una tía, una abuela, pero lo importante es que el niño viva en esta “obra de teatro” de dos mensajes aparentemente contradictorios: uno que dice: “¡Corta y anda!” y otro maternal que dice: “No cortes, ven”. No cortes la raíz. Mientras el padre dice: “¡Anda, atrévete! ¡No te caigas!”, frente a un: “Levántate”. Entonces, esa dialéctica es lo que hace que el niño pueda estructurarse, porque necesita de ambas cosas, los seres humanos necesitamos de alas y de raíces. La función materna tiene que ver más con las raíces, la función paterna más con las alas.
Sí, claro, el padre te impulsa y la madre te da un apoyo emocional, digamos.
Exactamente.
Dijiste también en un medio que de adolescente culpabas un poco a tus padres por cómo eras, pero que luego te diste cuenta que eso era un pretexto para no tomar decisiones o para no comprometerte con tu vida.
Claro, yo hablo de las cosas que nos pasan como seres humanos, y esas son etapas por las que pasamos todos y que son necesarias. Por eso que cuando hablo de sanar el vínculo con la madre, he escuchado a algunas personas que me dicen: “¡¿Pero qué ha pasado?!, ¿hay algún problema?”. ¡Pero no!, todos tenemos que en algún momento sanar esas heridas que nos han hecho bien, sanarla es darte cuenta que te hizo bien. Porque el papá y la mamá son seres humanos y, por supuesto, cometen errores. Uno no crece cuando se queda atracado en el error, diciendo: “Pero, claro, ¿por qué mi vida es así? Es que mi mamá…, es que mi papá…”. Entonces, conviertes tu historia en tu excusa. Tú sanas cuando dejas las excusas, te haces cargo, eso es crecer. Entonces ya te vinculas con los seres humanos que asumieron ese personaje, porque la vida es como un teatro y esos seres humanos han asumido el personaje de papá y mamá durante un tiempo, en el tiempo que lo necesitabas, que necesitabas protección, que te provean de lo que necesitas, y necesitabas de esa autoridad. Pero cuando ya eres adulto, tú ya no necesitas de esa autoridad, tú ya no necesitas ese rol, tú necesitas disfrutarlo nomás. Pero ya no estás esperando que alguien te esté ayudando. No, tú ya eres un ser adulto. Te ayudan, pero con su presencia nomás, por ejemplo. Para mí, si yo necesito a mi mamá, lo que hago es jugar cartas. Nada más, o sea, su sola presencia. Entonces, verla a ella reír, verla a ella jugar, me pongo a jugar canasta con ella, no importa quién gane, quién pierda, pero ese momento ya es suficiente. Ya no se trata de decir: “Mamá, tengo este problema. Dime qué hacer”, no ya no, ya eso se trasciende, es otra cosa, es una cosa mucho más espiritual.
Uno se convierte en el padre también, ¿no?, de la mamá o del papá.
Sí, es complejo, ¿no?, porque, a veces se dice eso, pero ¿qué significa ser el padre?, porque para algunos es: “Papá: te estoy diciendo, ¿ah? Mamá, ¿cuándo vas a entender? Te voy a castigar”. No, si para ti eso es ser papá, no. En todo caso, necesitas tú ayudarlos, cuidarlos, protegerlos, ellos te necesitan. Mucho más de lo que tú los necesitas. Cuando eras niño era al revés, tú los necesitabas muchísimo más de lo que ellos te necesitaban. Tus papás eran tu todo. Ahora es al revés: sus hijos son su todo. Entonces es bueno que tú asumas esa responsabilidad de ayudarlos, de protegerlos, de decirles: “No estás solo, estoy acá, estamos juntos”. Pero no es el rol de estar corrigiendo, de estar renegando, eso es una herida pendiente por sanar… Tú te ríes porque te pasa. (Risas).
Sí…
Aaah, mira que estás con un psicólogo, ¿ah?, yo veo e inmediatamente digo: “¡Ah, ah…!”. (Risas).
Comentaste que habías participado más o menos en cincuenta proyectos como actor, entre obras de teatro y novelas.
Probablemente, imagínate, en este año cumplo 33 años de actor y 32 años de psicólogo. Entonces en 32 años, en cuántas cosas habré participado. De hecho, por lo menos habré estado en un proyecto al año. Y muchas veces he hecho dos o tres, o sea, sin cálculos, sí, más de cincuenta.
Pero dijiste también que de todo ese grupo te quedabas solo con seis, entonces te queríamos preguntar en qué está fallando la oferta de nuestro medio, qué se prioriza y si ocurre esto en la mayoría de países.
A mí no me gusta señalar con el dedo a nadie, la oferta no falla, el que falló fui yo. Cuando yo hablo de eso, separo mis espectáculos de los trabajos en los que estaba. ¿Y por qué fallo yo? Porque probablemente me metía en algunas cosas en las que no creía tanto en la historia o tampoco no hice tan buen trabajo, ¿no? No supe darle la vuelta, no logré hacer trascender el personaje. En cambio, algunos papeles sí causaron un impacto en mí, esa propuesta y como yo estaba en esos momentos se alinearon perfectamente y dejaron un impacto en mí. Otras propuestas las olvidé. Pero yo también creo que así es la vida, creo que si a un actor de Hollywood le preguntan qué porcentaje de las películas que ha hecho le gustan, no creo que diga el 100 %. No sé cuál será el porcentaje de satisfacción que un actor tiene. La oferta en el medio, evidentemente, en lo primero que tiene que mejorar es en la cantidad, porque han pasado los años y en el Perú la producción no es que avance de a poquitos, más bien tiene sus altibajos. Ha habido momentos de gran despliegue. En la época en la que yo trabajé en novelas, las novelas se veían en horario estelar en todo el mundo. De eso la gente no se acuerda. Eso la gente joven no lo sabe. O sea, mi hermana vivía en Ucrania y me veía a las ocho de la noche hablando en ruso. Las novelas peruanas eran como las novelas turcas de ahora y después desaparecieron. Luego aparecen, luego desaparecen, luego aparecen… Ahorita ya estoy un poquito desconectado, no sé en qué etapa estamos, pero nunca hemos logrado convertirnos en una industria, siempre es algo como artesanal: dos o tres productores que se fajan a hacer sus cosas. Uno de los productores se cansa… entonces casi siempre ha habido tres productores a la vez. Uno de ellos se cansa, entonces la oferta ya es 30 % menos. Si el otro ya no puede, entonces ya la oferta se pasó al 30 % del total. Entonces, lamentablemente, no somos una industria.
Amor y dolor se presenta en el Nuevo Teatro Julieta (Pasaje Porta 132, Miraflores). Del 4 al 21 de mayo. De jueves a domingo a las 8:00 p. m. Entradas en Joinnus y en la boletería del teatro. Hay dos nuevas funciones este sábado 20 y domingo 21 a las 4 p. m.
Entrevista: Evelyn García Tirado
Fotografía de encabezado: Giancarlo Tejeda
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