Camila Mac Lennan, actriz argentino-peruana, conversó con nosotros durante su paso fugaz por Lima, a donde vino para promocionar La casa rosada, notable película nacional en la cual encarna a Rosa, hermana del protagonista. Ella nos cuenta de su debut en el cine a los seis años, de los afectos que la hacen volver una y otra vez a nuestro país, y de su carrera teatral que se va afianzando cada vez más en Buenos Aires.
Camila, regresas al Perú después de algunos años.
Me fui hace cuatro años, nos tuvimos que ir a Buenos Aires por un tema de salud de mi pareja, él necesitaba un trasplante de riñón y fuimos a hacerlo allá, nos tomó casi tres años, entre pretrasplante, trasplante y post, y ya estamos un poquito más en la normalidad.
Has desarrollado tu carrera en Argentina y en Perú…
Sí, tengo las dos nacionalidades, tengo mamá peruana y papá argentino. He vivido la misma cantidad de años en los dos lugares, y tuve la posibilidad, cuando nos fuimos en el 92 por todo lo que pasaba, de estudiar actuación y perfeccionarme allá, y sigo llevando talleres, hay que estudiar toda la vida, y todas las veces en que he venido he tenido la suerte de trabajar de esto.
Tú naciste en Argentina…
Sí, y he vivido desde los tres años hasta los 20 acá en Perú, de ahí me fui, volví a los 34, y me fui de acá a los 42.
¿Piensas volver a radicar en Lima?
Yo radico donde estoy, yo no soy una persona sedentaria, lo que pasa es que la última vez me quedé más de nueve años aquí, y ahora estoy haciendo teatro en Buenos Aires. Seguramente voy a volver, hay un par de conversaciones con un par de proyectos, pero también tengo que volver a Buenos Aires porque tengo proyectos para el año que viene. Mis amigos y colegas me dicen: “Cami, ¿dónde estás?, ¿en Perú o en Argentina?”, porque yo en las redes sociales publicito y comparto los eventos de mis amigos de acá y de allá. Acá tengo un mundo de amigos y colegas a los que quiero, que son mis íntimos, y en la Argentina estoy ingresando en el mundo del teatro, con colegas que también adoro.
Ahora has vuelto a Lima para promocionar la película La casa rosada.
Vine por cinco días, para apoyar y difundir nuestra película, que nos ha costado años estrenar.
Esta película dirigida por Palito Ortega, quien partió hace poco, fue rodada hace algunos años, ¿no?
Muchos. Palito empezó el rodaje en el 2012, más o menos ha estado un año filmando. Yo tuve que viajar dos veces a Huamanga porque no salió una escena, por la luz, la sierra tiene una luz mágica, pero en media hora se te puede cambiar todo. Sí, se filmó hace seis años por lo menos.
¿Y por qué se dilató tanto?
Porque… Palito Ortega es un referente del cine independiente, más allá de que haya ganado el premio de Conacine y recibido un subsidio por primera vez, él siempre ha sido muy independiente, y muy cuidadoso con sus trabajos. En este país es muy difícil convencer al empresariado de que invierta, y que los cines y las cadenas inviertan espacio y dinero en una película que ellos llamarían “de tenor político”. La película viene, lamentablemente, con prejuicios, sin que la hayan visto, y eso me llama la atención. A mí nada me molesta, hay gente que se ofende, a mí me parece que todo es publicidad, y nosotros la necesitamos y somos muy conscientes de eso.
¿Te refieres a algún caso en especial?
Se habla de que es una película donde se hace apología al terrorismo… frase hecha, frase ignorante, ¿qué es “apología al terrorismo”?, quisiera saber, porque acá hubo una obra de teatro que se llama La cautiva… yo doy nombres y apellidos, yo no tengo pelos en la lengua… y se le acusó de apología al terrorismo, ¿de qué estamos hablando? Un país que no entiende todavía… y esto tiene que ver también con los educadores y con la misma sociedad, no hablemos del Estado que ya bastantes problemas tiene, hablemos de la gente y de los medios, ¿cómo es posible que en el 2018 no sepamos lo que es un crimen de lesa humanidad? Informémonos, entremos a ver lo que pasó en Chile, en la Argentina, en Uruguay, en Paraguay, desde fines de los sesentas, todos los años setentas, y nosotros arrastramos todo eso hasta los noventas, hemos vivido situaciones de crímenes de lesa humanidad, de crímenes cometidos por los Estados, en todo el continente, no nos pasó a nosotros solamente. Si empezamos a ver qué es lo que pasó en otros países vamos a poder comprender por qué nosotros también tenemos que conocer nuestra historia para no repetirla, y para saber que lo que pasó fue producto de una secuela de un montón de cosas que venían pasando en el continente.
¿Qué han dicho de la película?
He visto comentarios tremendos en las redes sociales, que para mí no dejan de ser dimes y diretes de gente ignorante, comentarios como: “¡Ustedes defienden a los terrucos!”, con un dolor y una furia, por algo que no debería generarlo… ¡es cine nacional! Estamos contando una historia, ¿dónde está el agravio si no la viste y ni siquiera sabes de qué se trata?, eso es lo fuerte.
Tú sabes que las redes sociales ahora son muy reactivas.
Por eso digo, no hay que hacerles mucho caso, hay que ir a ver la película y después opinar.
Sobre todo ahora que está tipificado el delito de apología al terrorismo, y penado con cárcel, es un tema delicado.
Claro, yo preguntaría: ¿apología al terrorismo de quién?, ¿qué es apología al terrorismo? En otros países se le llama “terrorismo de Estado”. No estoy hablando de todas las fuerzas policiales o armadas, ¡cuidado! Hay gente que no quiere llamarlo por su nombre, pero hubo torturas y un centro clandestino de detención y desaparición de personas. Si no entendemos lo que es un crimen del Estado… de un Estado que estaba para protegernos y mató, asesinó, torturó y desapareció cuerpos, y hay pruebas de ello, hay juicios por crímenes de lesa humanidad. Tenemos que entender que eso existió, y tenemos que pedirnos disculpas también, como Estado y como población, por haber cometido esos crímenes, y por todas esas familias que hoy en día no tienen ni idea de dónde están sus familiares que fueron quemados en hornos. Todo eso está probado, Palito no inventó una película, Palito contó lo que él vivió en carne propia en su pueblo, que todos sabemos que fue un pueblo en donde se vivió la guerra interna de una manera terrible, uno de los lugares en donde los asesinatos fueron miles, con miles de desaparecidos.
Con su tía María Inés Mac Lennan en una escena del montaje Esperando al general
En el 92 te fuiste a Argentina…
Sí, por los atentados. Yo rescaté a amigos y a gente que conocía en Tarata, yo viví toda esa época también, acá en Lima, que estábamos bien alejados de esa otra realidad que todavía no terminamos de aceptar que era nuestro país, en Lima siempre hemos mirado hacia otro lado, es como si miráramos al sunset, y en inglés (risas).
¿Crees que los artistas deben comprometerse políticamente?
Nosotros somos seres políticos, no nos “comprometemos políticamente”, el ser humano es un ser político, sino no existe, no puede sobrevivir en una sociedad, aunque digas: “No me gusta la política”; a mí tampoco me gustan los partidos políticos, no tengo partido político, pero soy una persona política, tomo decisiones, y mis decisiones tienen consecuencias.
Me refería a ser militante, ir a las marchas…
Creo que cuando se trata de derechos humanos, todos nos tenemos que comprometer. No creo que sea obligatorio; creo que es necesario, porque nosotros tenemos una exposición pública que nos permite darles voz y, por lo menos, curiosidad a las personas para que se informen y sepan por qué es que se está marchando por los derechos, de la igualdad de género, del no maltrato a la mujer, y todas las cosas en las que todavía estamos atrasados.
Sí, bueno…
Somos personas, no somos solamente artistas. Cuando uno se indigna, cuando va a un lugar y ve algo injusto, uno levanta la voz. Creo que estamos pasando por una etapa muy interesante en el mundo, donde las personas se están manifestando de manera pacífica; yo soy pacifista, mis padres lo eran a ultranza, para mí no hay que tomar un arma. Tengo muchos colegas acá que sigo en redes, que denuncian las cosas que pasan, y está bien, alguien lo tiene que hacer.
Ahora que lo mencionas, ¿tienes una postura en relación con el feminismo?
No tengo ninguna postura, soy feminista, lo fui siempre, toda mi vida. Lo que pasa es que acá hay gente que cree que las cosas se ponen de moda. El feminismo existe desde el momento en el que la mujer empieza a reclamar por sus derechos, sus derechos a existir, a ser una persona civil, a tener derecho de voto. Justo el otro día vi una película sobre la primera huelga de Ford, en Inglaterra, porque las mujeres trabajaban las mismas horas que los hombres y ganaban el 30%, y gracias a esta huelga lograron que se les reconociera el 91% del sueldo igual al hombre; eso fue en los años sesenta, y hoy en día, 2018, seguimos ganando menos que los hombres. Eso es el feminismo. O las mujeres que murieron en fábricas, y la cantidad de mujeres que se revelaron para poder conseguir los mismos derechos; no pedimos más ni menos, pedimos los mismos derechos.
Hay mucho debate en las redes sociales, y todos quieren tener la razón.
Yo voy a lo real, yo no opino, para mí, hay cosas que no se discuten. Es como el racismo; tengo el privilegio de haber tenido una madre antirracismo; ¿por qué tengo que explicar que una persona que tiene determinado color o determinada procedencia no es más o menos que alguien? No tengo que explicar si soy o no soy feminista, yo lucho por la igualdad.
¿Y cómo luchas desde tu lugar?
Exigiendo que se respeten mis derechos, por ejemplo, como persona y como trabajadora, cuando voy a un lugar y me quieren explotar.
¿Te ha pasado?
Muchísimas veces, y varios colegas me han dicho «sindicalista». No querido, yo vengo de Buenos Aires, estudié allá, tuve la suerte de hacerme de abajo, de que mi padre me exigiera que estudiara desde muy chica, y tuve la mala suerte de haberme tenido que ir de mi país en el 92, pero la buena suerte de haber caído en un país donde algunas cosas están más organizadas; allá, a partir de la hora nueve, tú tienes tus horas extras, tienes un sindicato que te va a supervisar, tienes un lugar donde hacer un reclamo, tienes abogados; no estoy diciendo que los empresarios sean monstruos, pero estamos en países en donde hay una cadena de personas que oprimen a todas, y al final el que paga pato es el más débil.
De hecho que hay diferencias en la situación laboral de los actores de Argentina, comparándola con Perú.
Comparándola con casi toda Latinoamérica. Argentina tiene un nivel cultural, y un hospital público, y una universidad pública considerada una de las mejores de esta zona. Estamos en una región muy pobre todavía, y muy atrasada en los que son derechos laborales, derechos de género, derechos de familia. Está lleno de sindicatos en Argentina, y hay sindicalistas malos, pero el sindicato nos protege a todos; entonces, podemos pelear lo que se llama allá “las paritarias”, dos veces al año o tres, negociar con el Estado los porcentajes de suba de los sueldos para que estén equiparados con la inflación, eso allá existe por ley.
Allá se respetan los derechos humanos más que acá.
La Argentina es el primer país de Latinoamérica en donde se hacen juicios por lesa humanidad por la dictadura, Argentina es precursor en derechos humanos, y tenemos organizaciones que se ocupan de que estas cosas funcionen y no se avasallen nuestros derechos. Latinoamérica siempre ha estado pendiendo de un hilo de sus economías tan débiles, y sus gobiernos… mira cómo estamos ahora, las cosas que estamos pasando en muchos países: Brasil, Nicaragua…
Volviendo a tu historia…
¡Sí, claro! (risas)
Eres hija de Gustavo Mac Lennan, quien hace poco nos dejó…
Sí, en diciembre, sí.
¿Él te inspiró a actuar?
Sí, claro. Mi madre también fue actriz, del Grupo Jueves, muy jovencita, de los sesentas.
¿Ella todavía está…?
No, ella falleció en el 2009. Con mi padre siempre fuimos superpegotes, y desde chiquitita he ido a los teatros y a los canales de televisión, incluso me han jalado para hacer alguna cosita; en Matrimonios y algo más hice un skecht; en mis pininos también salgo agarrada de la mano de dos señores en la película Abisa a los compañeros, año 78, tenía seis años…
Buena película…
¡Peliculón!
Y ahí no tuviste texto, solamente aparecías…
No… era un extra, había ido a acompañar a mi papá a la grabación, y supongo que para que me entretenga y no moleste… ¡yo qué sé a los seis años cómo me portaba!
¿Eras muy inquieta?
Era curiosa, no diría inquieta. Imagínate: estando con mi papá en un rodaje de cine, 10, 12 horas… claro, ¿qué hacemos con Camila? Mi papá me llevaba a todos lados porque mi mamá también trabajaba.
Tu mamá era psicoanalista además de actriz, ¿no?
Mi mamá era psicoanalista, traductora, correctora, escritora, modelo, actriz… y hacía unos huevos fritos muy ricos (risas).
Tu papá te inspiró, fue tu ejemplo… y luego empezaste a estudiar.
Sí, y como yo siempre amenazaba con que iba a ser actriz, él decía: “Te vas a morir de hambre”. Él quería tantear si yo lo estaba tomando en serio, o si lo decía porque él era actor y se hizo muy conocido; decía: “Tú no vas a usufructuar de esto, no vas a usar el apellido”, y yo se lo agradezco enormemente, porque me impulsó a estudiar y a estudiar y a convencerme de que era lo que me gustaba.
¿Tus primeros trabajos fueron en teatro o en televisión?
Yo empecé haciendo teatro en el colegio, y bailaba y cantaba… también quería ser bailarina y cantante, todo quería ser de chiquita… basquetbolista, veterinaria… Iba estudiando de a poquitos cada cosa. Hasta que en el 89 me voy a Buenos Aires a ver a mi abuela y me quedo unos meses, y estudio teatro en un taller.
Ahí llevaste tu primer taller.
Sí, y recuerdo que la que enseñaba expresión corporal era la hermana de Diego Torres. Y el profesor que teníamos, Jorge Ahamendaburu, era un director de teatro que se había ganado un premio, había trabajado con mi tía, era un capo…
¿Tu tía?
Mi tía, hermana de mi padre, una de las mejores actrices que hay.
¿Cómo se llama?
María Inés Mac Lennan.
¿Ella sigue actuando?
Sí, uno de los motivos por los que me vuelvo es por una obra que estamos haciendo en Buenos Aires, Esperando al general, y el sábado tengo ¿Querés ser feliz o tener poder?, que es un obrón, con 23 actores… me levanto contenta para ir a trabajar.
¿Ya habías actuado con ella?
Esta es la primera vez que me subo en un escenario con mi tía Marucha, hacemos de hermanas, ella es la hermana mayor. Es una historia tremenda, donde cada una confiesa cosas terribles. Estoy orgullosísima de poder estar con ella. Ella ganó un premio a mejor actriz, Estrella de Mar, uno de los premios más importantes de la Argentina, en Mar del Plata. En el 89 ella nos dijo a mi prima –su hija- y a mí: “Vayan a estudiar con Jorge”, y nos metimos en el taller, y yo salí actriz, decidida a dedicarme a esto, sabiendo que mi papá me iba a decir que estudie la carrera, y fue lo que hice. De ahí volví para acá, y me metí en otro taller, Tótem, donde estaban Javier Valdés, Toño Vega, Paul Martin…
¿Quién enseñaba ahí?
Ellos… Paul Martin, Toño Vega…
¡Ah!, ellos enseñaban, creí que eran alumnos.
No, eran un poquito más grandes que yo, un poquitito (risas)… pero a esa edad se nota. Estaban Carlos Victoria, Patricia Villalobos… a mí me tocó con Toño y con Javier. Tengo dos compañeras de ese taller que son mis íntimas amigas hasta hoy, una está acá conmigo y vino para el estreno de La casa rosada. De ahí estuve en el Parra del Riego, donde hice mi primera obra de teatro, fue en el Festival de Jóvenes Directores de la Alianza Francesa: A puerta cerrada, de Sartre, nada más ni nada menos, dirigida por Carlitos Acosta. A los 19 ya estaba haciendo teatro.
También estuviste en la telenovela Velo negro, velo blanco.
¡Uy!, eso fue un golazo, la protagonista era Lucero Sánchez, estaban Maripili Barreda, Gianmarco… y trabajé meses, ganaba mi plata, y me hice amigos, conocí a gente espectacular, a Lolita Ronalds, con quien en esa época hicimos un musical, La leyenda de Pedro Navaja… estaban Clemen Morales, Maggie Vega…estaban todos ahí, y yo feliz.
Y actuaste en la película Nunca más, lo juro.
¡Mi primer coprotagónico! (risas)… yo sí me alucino… Hice mis castings… Fue tremendo, porque ese año se filmaron dos películas, y esa era una, imagínate la falta de presupuesto, estábamos en el 91, crisis total. Y quedé en la película de Roberto Bonilla, y están todos: Carlos Alcántara, Sergio Galliani, Lolita Ronalds, Claudia Dammert…
Pese a que ya estabas formando tu carrera acá, tuviste que irte.
Se puso tan mal la cosa, hubo un par de atentados. Yo vivía en Parque Sur, y en uno de los atentados volé por la onda expansiva, volé de la ventana de mi cuarto, y el que era mi enamorado en ese momento corrió atrás mío, y empecé a gritar: “¡Papá, papá!, ¡dónde estoy!”. Empezaron a pasar cositas. Estábamos en Pardo, en el departamento de un amigo de mi papá, y nos avisaron que no bajáramos, que había amenaza de bomba en el banco que estaba abajo; estábamos cubiertos con frazadas en el medio de la sala esperando que explote todo. Llegó un momento en el que no soportamos más. Mi mamá se fue primero, mi papá se fue segundo, teniendo contratos por todos lados, tuvo que cortarlos, y yo también, con la tristeza de mi corazón, porque había empezado, había hecho una película, había hecho teatro, me habían sacado una entrevista muy bonita en la revista Somos… y chau, me tuve que ir. Tuvimos que empezar todo de cero.
Debe haber sido fuerte.
Durísimo, para mi padre fue durísimo, él tuvo una úlcera al año y medio, no soportó. Después nos asentamos, estudié la carrera, empecé a trabajar, no paré desde el 99, tuve mucha suerte, y mi papá también, trabajó en lugares muy importantes allá.
Luego del estreno de la película volverás a Argentina para seguir en el teatro, ¿qué más se viene en tu carrera?
Estoy conversando algunas cosas para poder volver a Lima antes de fin de año.
Para un proyecto…
Sí, tengo una película también para el año que viene, pero son proyectos todavía. Mi sueño siempre fue estar en los dos lugares. Tengo a toda la familia de mi padre en la Argentina, y ellos han sido un bastión enorme en el momento del trasplante. Lo maravilloso de La casa rosada es que han sido dos años llenos de premios; ganarte el premio del público en España, un lugar donde no te conoce nadie, eso es un logro.
La película ha estado en varios festivales internacionales.
Ha estado en Estados Unidos, en La Habana, en Ecuador, en Chile, en tres ciudades de España, en Kurdistán-Irak estuvo en el Festival internacional de Cine de Slemani, donde viajé con Jorge Cerna y Rodrigo Viaggio a la competencia oficial, fuimos a abrir el festival. Hemos estado en la Semana del Cine Peruano en París, en Argentina ha estado en el Festival de las Alturas, que es un festival bastante nuevo y bien importante.
¿Y en La Habana ganó algún premio?
No ganó, pero fue seleccionada para participar. Yo tuve mucha suerte de participar en Magallanes, película que estuvo nominada al Goya… tú preguntas si ganó o no ganó… ¡ya ganó!, al estar en los Goya ya ganaste, dentro de lo que es el cine internacional. Creo que Kurdistán, festival que la gente no conoce, tiene prensa y participantes de todo el mundo, con gente que había estado en el Oscar, y fuimos elegidos la película apertura del festival, y eso es como estar premiado.
¿En cuál festival de España ganó un premio?
En Lugo ganó el premio del público; en Islantilla estuvo nominada en cinco categorías, de las cuales, si no me equivoco, ganó en una o dos.
Y ya está en las salas comerciales de Lima, la va a ver mucha gente.
La idea es esa, que vean la película, el trabajo que han hecho Palito y el equipo es increíble.
Pero el público peruano tiende a ver más películas como Asu mare y No me digas solterona…
Son comedias, y está bien, es parte de la industria.
Decía que la gente aquí no ve muchas películas de drama.
No solamente el público peruano. No es fácil ver dramas, la gente los elige ya una vez que sacan su prejuicio de: “Ay, solamente me quiero divertir”, cuando entiende que La casa rosada es una película de suspenso, y que también cuenta una parte de nuestra historia. Es la primera vez que se trata el tema con tanto realismo, Palito le ha puesto un corazón y una honestidad a esta película, que no he visto muchas veces.
Recuerdo que la película peruana La luz en el cerro fue publicitada como terror, siendo de suspenso, y no estuvo ni una semana en cartelera, la sacaron.
Es que nosotros tenemos por ahí todavía faltas. En la Argentina tenemos una cadena de cines que se llama Espacios INCAA, que son las salas del Estado, donde se estrenan y se pasan películas argentinas y algunas coproducciones. Tenemos un espacio, y tú no compites con Hollywood, es como si me dijeran: “Camila, vas a competir con Meryl Streep” (risas)… ¡no!, eso no va a ocurrir, ¿tú crees qué voy a competir con Meryl Streep?, ¡no, pues, mi amor!, ahí hay una industria, un empresariado, un monstruo detrás de estos personajes. Nosotros somos cine independiente peruano, con orgullo. Tendríamos que tener espacios, salas, por ahí más pequeñas.
Camila es una probadora de comida de perro en la obra teatral ¿Querés ser feliz o tener poder?
Cambiando de tema, descubrí que tu voz está en muchos comerciales de televisión…
Soy locutora. Tuve mucha suerte de aprender a locutar desde que llegué en el 2006, porque yo hablaba como peruana -según yo- pero se me escapaba un poquito el “sha”, el “vos”… y aprendí a locutar, gracias a un montón de gente que me sugirió que lo haga, y me dediqué a eso más de cinco años; es muy divertido hacer locuciones, y se gana bien (risas).
Vi extractos de escenas tuyas en Argentina, y hablas con el acento de allá.
Sí, cuando estoy allá hablo con el acento, y cuando estoy acá, con el de acá, voy y vengo, lo puedo hacer, hay gente que no puede, es algo que probablemente heredé, yo imito acentos desde que soy muy chiquita, español, colombiano…
Pero cuál es tu acento, ¿peruano o argentino?
Tengo los dos, los tengo natos. Cuando recién llegué a Argentina, a los taxistas les hablaba como argentina, porque sino te tratan mal (risas).
¿Y acá?
No, acá les hablo como peruana, o me cobran el doble. Tómalo como una supervivencia.
Pero se dice que acá los argentinos son bien recibidos.
Bueno, Marcelo Oxenford, que yo lo amo y lo adoro, tiene su acento argentino; hay actores que sí, hay actores que no… Claro, por ahí hay una admiración, pero tiene que ver más con la preparación que hay allá, ¿no?, la escuela; el argentino tiene una escuela realista en el teatro, y además, es más expresivo, el argentino dice lo que piensa todo el tiempo, incluso a veces me dicen: “Ya cállate Camila, estás hablando mucho” (risas)… si van a Argentina se mueren.
Acá la idiosincrasia, el modo de pensar, es muy distinto.
Es diferente, pero yo tengo los dos, me adapto.
Entonces… no sabes si vas a quedarte acá todavía.
Todavía no; voy a volver, sí, pero voy a estar entre allá y acá, que fue mi sueño de toda la vida.
¿Qué te gusta de Perú?
Mis amigos, mi familia; mis sobrinos, los tres hijos de mi hermana, que también falleció, están acá. Estar lejos es duro, uno se va y cree que con la camarita se soluciona todo, pero yo extraño a mi familia. Acá tengo amigos que son impagables, he pasado situaciones muy trágicas, y ahí están ellos, siempre, y son un montón. Además, la comida del Perú es la mejor del mundo, y eso se extraña mucho. Una de las cosas de las que siempre me quejé cuando llegué a Buenos Aires en el 92, es la falta de mar, por lo menos en Lima tenemos un escape, que es el océano; yo he vivido todos los veranos en la playa, oler el mar y caminar descalzo es algo que esta ciudad te da, puedes respirar a pesar de vivir con cosas tan tristes. Perú tiene eso: afecto… hemos vivido toda nuestra vida acá, y yo me siento cómoda caminando por la calle, el mismo portero del edificio donde vivo está ahí hace 40 años; esas cosas te atan, te piden volver.
Entonces, puede ser que cuando seas mayor te quedes acá…
¿A jubilarme acá?, ¡ah, no pues! (risas)… ahí viene la parte crítica con mi Perú que tanto quiero. En Argentina tenemos el mejor hospital público de América Latina, y el motivo por el cual me tuve que ir tuvo que ver con un tema de salud gravísimo de mi pareja. Cuando uno pasa los 40 ya te empiezas a preocupar por tu cuerpo, y piensas en tener un lugar a donde ir, un lugar decente, y acá todavía no tenemos un sistema de salud donde realmente uno pueda ir confiado, sobre todo cuando uno tiene una enfermedad tan grave, o una situación tan compleja, y lo he vivido con mi hermana que tuvo cáncer, con mi papá que acaba de fallecer, hay muchas limitaciones acá.
Para terminar, ¿qué te ha dejado La casa rosada?
Orgullo. La casa rosada es un antes y un después en las películas históricas del país. Nosotros tenemos recuerdos de La boca del lobo, La ciudad y los perros… Creo que La casa rosada, técnicamente, es impecable, cosa que yo no había visto hacía tiempo en una película, donde tú veas y te maravilles por la fotografía, por la música, el sonido, la edición, las actuaciones… José Luis Adrianzén, Kike Casterot, Rodrigo Viaggio, Carlos Cano, que ya no está… Palito juntó un equipo de campeonato mundial. Creo que esta película, sin pretensiones, ha llegado a una honestidad y a una calidad que no teníamos consciencia quienes la estábamos haciendo, él simplemente nos dijo: “Confíen y pónganle corazón”. Nos decía cómo había que respirar, y cuando lo vi haciendo eso supe que tenía clarísimo lo que quería contar, y quise meterme en ese mundo, y nos metió, y estuvimos en Huamanga, y llorábamos mucho, llorábamos una vez al día o dos, llorábamos con la gente, porque nos estaban contando lo que les había pasado, no lo que les contaron. Eso es la película, es puro corazón, es honesta, y para mí, como película cinematográfica, no le tiene que envidiar nada a ninguna película del mundo.
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