Patricia Barreto, actriz que encarnó a Edith Piaf en un montaje que tuvo tres temporadas con teatros llenos, ahora protagoniza No me digas solterona, película que está rompiendo la taquilla nacional. A continuación compartimos la conversación que tuvimos con esta destacada actriz, en donde nos habló de sus motivaciones a la hora de desarrollar su arte, su visión de nuestra sociedad y de lo complejo del personaje que le toca interpretar en la obra teatral que está por estrenarse y en la cual también tiene el papel principal: El diario de Ana Frank.
Acaba de estrenarse No me digas solterona, película que protagonizas; estás en la obra Fabulatas y la máquina legendaria, y en pocos días se estrenará el montaje El diario de Ana Frank; además, sigues en Inéditos del canal IPe. ¿Cómo te sientes con todo esto?
Bien, supercontenta de que la nueva directiva haya apostado por seguir con el programa. Es un espacio inspiracional para los jóvenes que están generando un cambio en nuestro país. Buscamos visibilizar el emprendimiento juvenil, con entrevistas, noteros que salen a cuestionarse e indagar temas diversos, también recibimos notas de corresponsales de provincias; es una muy buena propuesta para conectarnos, conocernos y generar identidad.
Estás en un buen momento de tu carrera.
Siento que todos los momentos son muy buenos, pero esta vez se han juntado tantos proyectos en marzo y abril que, wow, me ha sorprendido, y lo más bonito es que han tenido una muy buena recepción del público, porque a veces uno puede tener mucha expectativa, hacer las cosas con mucho amor, y no sabes cómo va a resultar.
Te refieres a…
A Solterona, a Los Fabulatas también, que es una obra que vengo haciendo con el colectivo hace cinco años, y tiene éxito, y lleno. Que la gente siga apostando cuando ven tu nombre en un afiche, que vayan a verte, imagínate, eso es un éxito para mí.
¿Qué te motivó a entrar en el mundo de la actuación?
Me motivó el ejemplo de haber visto buen teatro de chica. Haber visto a Yuyachkani, una compañía que me mostró lo que es amar al teatro, tener una postura acerca de él, un discurso personal; eso me motivó a hacer, o tratar de hacer, algo parecido. La responsabilidad de decir y de hacer cosas para crecer espiritualmente, o culturalmente; a mí me comprometía un montón eso, no sé, soy bastante idealista.
La obra que viste fue…
Sin título. Es casi una obra performática, pero también de texto. Entras caminando a una especie de galería de imágenes de nuestro pasado conflicto, desde los setentas hasta que se “acabó” el terrorismo en la época de Fujimori. Yo estudiaba en un colegio que me mantenía protegida y cuidada, en una burbuja, no conocía mucho acerca de eso, y habérmelo mostrado así, me dio una apertura para tratar de comprometerme políticamente como artista, aunque hay que tener valor para pasar por encima de las críticas, de los prejuicios, admiro eso, y trato de hacerlo; pero también soy una actriz bastante lúdica, me gustan las historias que no solamente tienen que ver con una posición política. Eso me motivó a ser actriz: el buen ejemplo, ver a grandes maestros te puede motivar. Si estudias actuación, ver teatro te ayuda a saber cuál es la línea que quieres seguir, porque en nuestro medio artístico hay muchos impulsos que te pueden distraer acerca de la actriz que quieres ser, y a veces no sabes y te dejas llevar, y hay que ser un poco responsable acerca de tu propio arte.
¿Dónde te formaste como actriz?
Mi formación partió desde mi curiosidad y me he formado en diferentes escuelas, comenzando con Pataclaun cuando tenía 15 años, y luego con grandes maestros: Alberto Ísola, Joaquín Vargas, Pilar Nuñez, … luego fui a estudiar a Buenos Aires, y ahí parte de mi aprendizaje fue con Marcelo Savignone; hace poco tuve un seminario con Claudio Tolcachir… y así ..la formación y el entrenamiento nunca termina.
No me digas solterona es tu primer protagónico en el cine, y en estas dos semanas en cartelera ya superó los 500 mil asistentes.
Estoy muy contenta, sorprendida y emocionada, superó mis expectativas. Hicimos la película con el corazón e interesadas de que se hable del tema, de la transición de las mujeres en esta etapa. Si bien es una comedia, es una película comprometida, y ha sido aceptada por la mayoría. Se espera que llegue al millón de asistentes, y sería una de las películas más vistas en la historia del cine peruano.
Dijiste que te sientes identificada con la protagonista, quien también se llama Patricia.
También, sí, pero es una coincidencia (risas). Me siento identificada porque también he pasado soltería, y es un personaje que tiene mucho de mí, de repente no está pasando lo mismo en este momento, pero lo he creado a partir de mis inseguridades, mi historia -yo también he sido educada de una forma muy tradicional- y le he dado un poquito de mi verdad, de lo que creo que la generación de los 30 años está pasando, acerca de la postura femenina, de la voz y la visibilidad del poder femenino. La película te invita a que, a través de la diversidad, puedas incluirte, porque a veces nos sentimos diferentes, ¡no!, más bien, inclúyete, sé parte de esto, y que tus ideas sean validadas, si decides casarte o no, si decides tener hijos o no. Eso es lo rico: que el ser diferentes nos haga únicos. Lo que hace la sociedad es excluir a los diferentes, en esta película es todo lo contrario.
En la película cantas la canción Tic-tac.
Sí, canto la canción del inicio de la película y que es parte del soundtrack. Es una oportunidad maravillosa, porque no me he formado como cantante, pero sé que puedo hacerlo y trato de cantar en algunas de las obras. Nicole Pillman ha escrito una canción muy bonita, y ella y Ani (Alva Helfer, directora de la película) me invitaron a cantarla, y me mandé con todo, tú me veías y me creía que estaba en Hollywood cantando. Ha salido muy bonita la canción.
Sí, tienes buena voz, cantas bien.
Gracias… La película tiene un soundtrack maravilloso: Mon Laferte, Nicole Pillman, Natalia Salas también canta. Estoy contenta y agradecida por todas las oportunidades que se me están abriendo.
En una escena de Fabulatas 2 y la máquina legendaria (fotografía de La Nave Producciones)
Dijiste que se está proyectando que la película tenga más público.
Y a que se internacionalice, y a que haya más oportunidades de seguir haciendo cine, Solterona 2, lo que venga.
Aparte, has trabajado con Angélica Aragón, ¿qué tal esa experiencia?
Increíble, maravillosa, es una gran mujer, una gran profesional, humilde, sencilla, cercana. Conversamos muchísimo fuera de las grabaciones, y nos dimos cuenta de que nos conectaban mucho temas, no solamente femeninos sino también de pensamiento, y creo que se siente la química en la película. Para mí es un regalo que la productora, Big Bang Films, haya apostado por traer a una actriz de envergadura internacional, un ícono del cine latinoamericano, que con toda su experiencia y su bagaje, trabaje con nosotros y nos eleve artísticamente. Ella es un pilar, una pieza fundamental en la película, no necesitabas a muchos personajes de su edad, ella bastaba para que te diera toda la experiencia de su generación. Es muy importante para nosotros haberla tenido aquí para poder crecer, no solamente los actores: los técnicos, la dirección. Todos apostamos por esta película, de corazón, y ella apostó también, a ciegas, y estaba feliz, después del avant-première estaba superemocionada y conmovida, quería volver, quería que llevemos la película a México, a Argentina. Ha sido una grata, una inmensa experiencia, jamás hubiera pensado, en mi vida, que me iba a pasar.
¿Te dijo algo?
¿De mi chamba?, que estaba muy bien, estaba contenta. Me validó muchísimo que me dijera: “Ahora eres parte de mi lista de hijos, entre Diego Luna y Bárbara Mori y Christian Meier, tú eres Patricia Barreto”, y eso me bastó, para mí fue suficiente, el mejor halago.
Se refería a sus hijos en la ficción…
Sí.
¿O también por un vínculo?
Porque pudimos sentirnos cercanas, pudimos darnos la oportunidad de conocernos. Hay que tener mucha suerte también, porque uno nunca sabe con quién se va a encontrar, y yo me encontré con una mujer a la que admiro, y que en la vida real, cuando la vi, no decepcionó ninguna de mis expectativas.
Hablando de actores con los que has tenido la oportunidad de compartir escenario, una vez Ricky Tosso dijo que fue un honor trabajar contigo en la obra ¡Ay, amor!
Para mí también, entablamos una química muy importante. Yo sabía del proceso en el que estaba, y aun así él asumió estar en la obra y darnos el gusto de poder compartir tablas con él, porque era mi deseo, yo quería trabajar con él en el escenario… y bueno, pasó lo que pasó. Me conmueve mucho recordar a Ricky, porque compartimos una etapa con él y su familia, muy importante en este proceso, cuando se empezó a agravar su salud. He tenido maestros, como directores y artistas, con los que he compartido en mi carrera, y pude sacar lo mejor, y de Ricky yo saco la solidaridad y el cariño, sabiendo que es una de las personas -además de Ernesto Pimentel- más conocidas del país; Ricky Tosso salía a la calle y la gente lo reconocía con mucho cariño, lo abrazaba, lo ama, lo quiere, y que aun así sea una persona sencilla, humilde, generosa y solidaria, ¿qué te puedo decir?, ¿cómo no voy a aprender eso de estos grandes artistas? Para mí fue un honor, y lo recuerdo y me emociono, y eso me conecta bastante con Milagros, su esposa. Fue muy bonito hacer esa obra.
Ahora se viene El diario de Ana Frank en el teatro, ¿es cierto que fuiste a Ámsterdam a investigar?
Sí, me fui a Holanda a investigar, fui a la casa de Ana Frank, fui al Museo del Holocausto. Es la misma modalidad que hice con Piaf.
Sé que antes de interpretar a Edith Piaf viajaste a Francia, y hasta cantaste en las calles de París.
Tenía que hacerlo, tal como lo hizo ella. Me di cuenta de que funcionaba muchísimo meterse en la piel de un personaje, vivir el personaje, porque así el público puede identificarse con lo que está pasando, es como si fuera la realidad. Esa es nuestra chamba: hacer la mejor verdad de las mentiras.
Y con Ana Frank hiciste lo mismo.
Me gustó esa forma de trabajo, la sensación que me daba estar en el espacio, conociendo el lugar, y la casa de Ana Frank es transformadora, tú entras pensando que Ámsterdam es lo más hermoso que existe en el planeta, y lo es, es un lugar en donde amaría vivir, si es que vuelvo a nacer, pero cuando sales de la casa de Ana Frank, tienes una concepción del mundo completamente distinta, no puedes creer que esa ciudad se haya podido reconstruir con todo ese dolor y con esa preguerra, posguerra, cuántas tuvo, ¡uf!, no sé. Fue muy transformador, y más desde la mirada de ella, porque la que te lo contaba era una actriz interpretando a Ana Frank, ella te presenta su casa y te lo va contando, vas pasando por todos los cuartos, vas conociendo cada espacio, y al final es muy bonito lo que dice el padre, porque el museo va dirigido a la reconstrucción social, va enfocado a la familia; el padre te dice: “¿Tú realmente conoces a tus hijos?, ahora que te vas, anda, conoce a tu hijo”.
¿Quién dice eso?
El padre de Ana Frank desarrolló un video que se encuentra finalizando la exposición, donde motiva y hace un cuestionamiento, él va directo a las cabezas de familia, a los padres, a las instituciones: “Por favor, conozcan a sus hijos, conozcan qué es lo que quieren, quiénes son, qué es lo que buscan, hablen, comuníquense”, porque para él lo más pesado fue que tuvo que enterarse después, por el diario. Cada viaje que emprendo me da muchísimas herramientas emocionales, estar ahí y presenciar vivencialmente todo, vives el viajar de una manera distinta, ejercitas la empatía, y te hace sentir, cuestionarte… yo también he podido ser una Ana Frank; empatizo muchísimo con la época, con el lugar, con el personaje, y esa conexión la traslado al escenario para que el público la pueda sentir, me pasó con Edith Piaf, y espero que suceda con Ana Frank.
¿Tienes la misma sensación que tuviste antes del estreno de Piaf?
No. Estamos terminando el proceso creativo. Es muy compleja la obra, es diferente a Piaf, que era un drama casi personal; esta es una obra tensa, un suspenso, testimonial, te habla del encierro absoluto, del autoexilio, y a partir de eso te cuestiona muchas cosas. La única que está dando este chispazo de luz es Ana, que lo ve todo desde afuera, es bastante crítica, analítica, inteligente, y sabe lo que quiere, a pesar de que tiene 14 años, sabe muy bien lo que quiere, y lo manifiesta. Los códigos de la obra que estamos haciendo son muy directos al público, y espero que la gente se conecte muchísimo con la obra también.
Piaf tuvo una muy buena respuesta del público, ¿qué recuerdas del proceso de esa obra?
Con Piaf tenía todas las herramientas, pero sentí miedo, miedo de ¿cómo voy a hacerlo?, pero duró hasta que empecé a investigar y a tener el proceso con los demás y a crear. El miedo es los segundos previos a darte cuenta de que estás en la decisión de ser valiente o no.
¿Y alguna vez no has sido valiente?
El teatro me hace bastante valiente, pero sí he tenido miedo en muchos procesos actorales; más que miedo es vértigo, es no saber exactamente por dónde va, y ahí viene la intuición, el actor es bastante intuitivo.
Un vez dijiste que en el teatro te sientes segura… ¿eres insegura?
Quizá en otros aspectos de mi vida, pero en el teatro no, porque me siento plena cuando actúo; no es que en la vida no me sienta plena, sino que en el teatro no hay esa mirada que me juzga, ese juicio moral que te quita la libertad.
Recuerdo que Anette Bening –creo que citando a otra actriz- dijo que: “Una buena actuación es como sacarse una máscara, más que ponérsela”.
Sí, yo creo que sí, es más, ese era uno de mis miedos cuando era chiquita, cuando estaba en el teatro decía: “¿Qué va a pasar si es que yo llegase a mostrar todo esto que soy?, ¿con qué me quedo yo?, ¿qué va a pasar después de que revele quién soy o qué tengo en mi corazón, y al final no sea aceptado o no sea recibido como yo lo estoy dando?”. Pero cuando haces teatro, te das cuenta de que no importa cuál es el resultado, porque el proceso del amor pleno en el escenario, de poder evocar un personaje, trasmitir una idea, contar historias, hace que todo valga la pena. Importa que sea bien recibido, porque lo das con el corazón, pero no importa el juicio de los demás. Yo no trabajo para la crítica o el juicio del otro, yo trabajo para que el mensaje que quiero dar sea bien recibido.
Joaquín Vargas te dirigió en Piaf, en ¡Ay, amor!, y ahora también en El diario de Ana Frank; recuerdo que una vez dijiste que es como tu padre.
Es mi padre, y ahora es mi suegro. Ha sido mi maestro a los 15 años, y después me lo encontré a los 28, cuando hicimos Piaf.
Ya que conoces la situación del teatro en Argentina por haber estudiado allá, ¿qué crees que nos falta acá para mejorar?
Nos falta generar nuevos públicos, nuevas generaciones de chicos que quieran ver teatro, así como van al cine, también podrían ir al teatro, ¿no?; tenemos que atrapar a ese público.
Si fueras ministra de Educación o de Cultura, ¿qué harías?
Haría la Ley del Apoyo y Financiamiento de la Gestión Cultural, un apoyo en donde el gobierno tenga un presupuesto para la cultura. Sé que la cultura no es prioridad para muchos sectores de nuestro país. Creo que si no le damos la importancia y el peso a la cultura, ninguno de los otros ámbitos puede crecer. Tenemos que tener una identidad social, saber quiénes somos, a dónde queremos llegar, no ser como una veleta que se deja llevar, y el Estado tiene que ayudarnos a construir la identidad. Una identidad no solamente se registra con celebrar las fechas patrias o el desfile patrio, ¡no!, necesitamos una identidad constante, y eso es apoyar a la cultura, financiar lo que está pensando el pueblo, y no solamente estoy hablando de un estrato, de todo, todo el mundo quiere crear, hasta la persona que se para en el Jirón de la Unión a hacer de estatua tiene que tener un sustento, alguien que apoye a ese tipo de pensamiento. Eso es la cultura: lo que piensa el pueblo, no es lo que dicen los analistas o los porcentajes.
Cambiando de tema, en una entrevista reciente dijiste que el hombre tiene que ser feminista.
Sí, es lo que pienso.
¿Cómo ves al feminismo en la actualidad?, te lo pregunto en relación con lo que dijo Vargas Llosa, de que “el más resuelto enemigo de la literatura es el feminismo”, y también porque siento que ahora hay como una sensibilidad, la gente está muy reactiva.
Ahorita, todas las redes sociales, todo está sumamente sensible con el tema, con todos los temas. Hemos estado tan desprotegidos como nación, como mundo, estamos tan abandonados emocionalmente, que nos hemos vuelto susceptibles a todo, tenemos una falta de tolerancia a la opinión ajena. Creo que la postura feminista va evolucionando, pero también se va radicalizando. Hay que tener autocrítica. Todo el tiempo me replanteo el tema del feminismo, y más en nuestra sociedad, donde nos dividen mucho los temas de violencia. Estoy a favor de la equidad, de la igualdad, quieras llamarlo feminismo o como sea. Vamos evolucionando, no sé si para bien o para mal, no sé si vamos a volvernos radicales, no sé qué va a pasar, y eso me angustia, me genera impotencia, porque tampoco es que uno quiera modificar los pensamientos de los demás, sino es cómo erradicamos esta violencia, y esta violencia también se genera de mujeres hacia mujeres. Me queda solamente seguir manifestando en el escenario otras miradas del mundo, miradas más pacifistas, más tolerantes, inclusivas, solidarias. Estoy a favor del feminismo –no del feminismo radical- pero también estoy a favor del diálogo, de la escucha, de la aceptación, de la adaptación, no sé si la tolerancia… porque si no, no vamos a evolucionar, van a venir tiempos peores. Los chicos de esta generación se están creando mucho más susceptibles, más protegidos, más expuestos a la vez, ¿dónde está la identidad?, ¿dónde están generando su pensamiento crítico?, ¿dónde están generando ese análisis?, no lo sé, ojalá en las escuelas lo estén haciendo, en las universidades.
Y en Twitter todos quieren tener la razón.
Claro, y todos son palomillas de balcón, opinólogos. Algunos literatos me escriben: “Tú no deberías ser feminista, porque eres artista, deberías estar a favor de la igualdad en general”
“No deberías”.
“No deberías manifestar tus temas políticos, no deberías hablar…”, pero soy ciudadana pues, antes de ser artista, mi responsabilidad también es ejercer mis derechos, tener obligaciones, pero también hacerle entender a gente que no tiene el conocimiento y la oportunidad de educarse, que sepan cuáles son sus derechos, visibilizarlos por lo menos, ya sea con la excusa de una obra de teatro, o lo que tú quieras.
Hablando de educación, me parece que El diario de Ana Frank tendrá funciones para escolares.
Es directamente para instituciones y colegios, estamos trabajando con el Plan Lector de la Biblioteca, que trabaja con una serie de colegios, buscamos instituciones y grupos que quieran hacer funciones exclusivas de la obra, porque va dirigida a ellos, es una obra literaria básica en el colegio. Más allá de eso, el mensaje es sumamente importante: ¿cómo nuestra juventud –ay, qué vieja me siento- cómo invitar a la juventud a que se conecte con sus pasiones, con lo que aman?, y no solamente con la imagen y el ego y satisfacer gustos de otras personas, ¿cómo vamos a sobrevivir si es que no estamos bien primero con nosotros mismos? Tenemos que satisfacer nuestros propios sueños, cumplir nuestras propias metas, saber que los jóvenes tenemos oportunidades, y debemos exigirlas, o sino crearlas.
Patricia encarna a Ana Frank, la niña que se refugió en su diario ante la pesadilla del holocausto judío (fotografía de Giuseppe Falla)
En una charla de TED dijiste que sentías que se obliga a la mujer a cumplir con ciertos cánones de belleza.
Yo agradezco infinitamente a Big Bang Films y a Ani Alva que me hayan elegido como protagonista de una película, a mí, que soy una actriz independiente, que vengo del teatro, que no ha cedido a ningún tipo de propuesta estética, que no ha tenido que modificarse en nada, en lo absoluto. Me dijeron: “Te queremos a ti como eres, no te vamos a cambiar el color de nada”. Que alguien me vea así, como soy, y no me quieran modificar, para mí fue… gracias a Dios que me ha pasado esto. Siento que, a partir del consumo de la imagen, de que la imagen valga mucho más que quien eres, más que tu discurso, que la gente no se detenga a leer el enunciado de la foto, sino que la foto ya te tenga que decir todo de lo que quieres decir… ¿cómo vas a hacer eso?, así los filtros en tu cabeza van a ser mucho más rápidos, todo está como por descarte, “no me gustas… ya fuiste”.
Como dice Marco Aurelio Denegri: estamos en la videocracia.
¡Imagínate! Entonces, mi mejor protesta es ser yo misma, mi mejor protesta como mujer es ser una artista auténtica y manifestarme así.
¿En la película ni siquiera te insinuaron que te tiñas el cabello?
Nada. Me dijeron que me iban a poner extensiones para el cambio de tiempo, pero nada más. También estaban buscando un perfil como el mío, tampoco es que yo vaya a decir: “¡Ay, no!”
Pero quizá en el teatro o en la televisión te han pedido algo que no te ha gustado.
Cuando empecé, en la primera novela que hice, Graffiti -y después ya no hice más televisión, desde hace 10 años- escuchaba, en las conversaciones de los camerinos y en los maquillajes, muchas críticas acerca de la imagen, muchísimas, que tal persona se había hecho esto, que por qué no te haces tú esto, que deberías hacerlo para tener más personajes… Yo lo miraba un poco desde afuera, y trataba de cuestionarlo en mí, porque yo no juzgo a nadie que tome esa opción, si se siente bien, perfecto, pero si nace de esa persona, ¡y nada de eso había nacido de mí!, no sé porque tenía que recibir ese tipo de mensajes subliminales o consejos, si hubiera partido de mí, hubiera sido diferente, me lo hubiera hecho, pero sentía que yo no era suficiente conmigo, con mi metro y medio, mucha gente me pregunta: “¿Cuánto mides?”, y yo: “Metro y medio”. Creo que es suficiente con lo que tienes. Siempre puedes modificarte, siempre puedes estar mejor, pero que nazca de ti, que no sea una presión social, un complacer cánones de belleza, estereotipos de productos que no son tuyos, que no son tus discursos personales; o sea, ¿yo tengo que modificarme para una novela?, ¡no te pases!
Hace poco también dijiste que quieres volver a la televisión, pero que no tienes tiempo.
Sí, me encantaría volver a hacer tele, si es que los personajes realmente me ayudan a retarme como actriz.
Pero sí te lo han propuesto.
Sí, hago castings, a veces no quedo, a veces sí, no me esmero tanto ahora. Quiero hacer más cine, siento que es un lenguaje con el que me conecto mucho, como el universo del teatro, hay mucho más cuidado, más precisión, más tiempo para elaborar un personaje; pero admiro el ejercicio de la inmediatez de mis compañeros de televisión, ¡uf!, el salir tan rápido de las emociones, el llorar en tres segundos, realmente son actores “4 x 4”, todo terreno.
¿Es cierto que interpretarás a Frida Kahlo?
Iba a ser este año, pero ya no, porque estoy haciendo Ana Frank, pero espero que sea en el próximo, o cuando sea.
También leí que te interesa interpretar a Lady Macbeth, a Violeta Parra…
Sí, voy a seguir leyendo e involucrándome en mujeres que… estoy leyendo mucha poesía, estoy leyendo a Blanca Varela, estoy buscando mi voz.
Hablando de voz, y ya que has cantado, ¿has compuesto música?
He escrito algunas canciones.
¿Y literatura?
Me gusta escribir, me gustaría escribir teatro, tengo una obra ahí que la estoy trabajando, pero creo que por ahora mi voz está en el escenario, de repente después pueda hacer una obra.
¿Para actuar tú misma?
No, nunca tanto. Poco a poco lo que tenga que ser. Me adapto a que este año haya sido Ana Frank y no Frida Kahlo, me adapto, soy bastante maleable, pero nunca dejo de hacer cosas. Amo actuar, amo conducir, que es una de las facetas nuevas que he descubierto que es un reto, me cuesta conducir, pero estoy tratando de hacerlo. Y eso: si viene cantar, bueno, canto, bailar, bailo, todo lo que me conecte conmigo, con lo que quiero decir, y eso es.
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