Jely Reátegui, joven y encantadora actriz, nos habló un poco de su vida, de su deseo de ser artista plástica, de su gran amor por el teatro, y de cómo un gato hizo que abandone sus planes de mochilera en una de sus tantas aventuras alrededor del mundo; además, nos anunció que próximamente volverá al cine con una comedia.
Jely, ¿te han dicho que tienes una risa muy contagiosa?
Tengo varias risas… ja, ja, ja… alguna de ellas debe ser contagiosa, sí, seguro.
Recuerdo el comercial de un teléfono celular, el del “cheese”, con el cual muchos te conocimos…
Ah, eso fue hace tiempazo.
Tienes cierta dulzura, y tu nombre significa “gelatina” en inglés.
Sí, en realidad mi nombre es Jessica Lisette, mi mamá me puso así porque quería decirme “Jely”, me puso primero el apodo y después el nombre, un poco rara su lógica, bueno, así es ella; me dicen Jely desde que nací, no me identifico ni con “Jessica” ni con “Lisette”.
Hablemos de tus inicios… ¿tú querías ser artista plástica?
Sí, cuando estaba en el colegio fueron estos chicos de la Católica que van a dar charlas de orientación vocacional, yo no podía dejar de pensar en eso. Quería, con mucha convicción, ser artista plástica, tener mi estudio y quedarme ahí encerrada pintando; durante mucho tiempo quería hacer dibujos animados, de más chibola, después quería pintar, hacer esculturas; quise dedicarme a eso, pero rápidamente deserté cuando mi mamá me dijo que quedaba muy lejos la universidad, y no tuvo un argumento más convincente que ese, y deserté rápido, ¡nada que ver!
¿Vivías muy lejos de la Católica?
No, vivía más cerca de la Universidad de Lima, y me terminé metiendo ahí, por pura floja; me agarró por ahí mi mamá, me convenció en un segundo con el argumento más estúpido de todos (risas).
Eras floja en esa época; sin embargo, sé que has viajado mucho.
Por cuestiones de practicidad, ella sabía perfectamente con qué argumento sólido convencerme de que no lo haga, por miedo quizá, a que estudie arte, y rápidamente me convencí de estudiar mi segunda opción, que era Comunicaciones, pero bué… ya terminé y todo, pero no me dedico a eso.
¿Admirabas a algún artista?, ¿qué querías hacer?
Quería ser artista plástica, tenía ese sueño que nunca perseguí con ninguna fuerza, solo me gustaba mucho dibujar, desde chiquita, quería hacer dibujos animados, pintar, y simplemente lo abandoné, y empecé a desarrollar mi lado artístico por otro lado, por la actuación, por el teatro, pero ya de grande, cuando estaba en la universidad, cuando me di cuenta de que Comunicaciones no era algo que me volvía loca, terminé esa carrera un poco por inercia, y aprendí mucho, eso sí, pero no era algo por lo que tenía demasiado entusiasmo.
Empezaste en el teatro…
A los 21.
Fue cuando viste una obra, Bicho, y ahí se te prendió el bicho.
Sí (risas).
Ahora estás en Fragmentos, y se ha prolongado la temporada.
Se ha extendido una semana, sí, debido al público, nos ha ido superbién. Para nosotros es un placer hacerla, es un elenco lindo, somos todos muy amigos, teníamos muchas ganas de trabajar juntos hace tiempo. Hemos tenido una sala muy bonita todos los días, esperamos que la última semana también sea así.
Has mencionado a tus amigos, dentro de ellos está Manuel Gold, siempre trabajas con él.
Manuel Gold es el actor con quien más he trabajado en mi vida, es uno de mis mejores amigos, y es mi compañero favorito de escena de todos los tiempos.
¿Han trabajado juntos por coincidencia?
Por coincidencia y por elección también, tenemos un grupo con el que ya hemos trabajado varias veces, que está a cargo de Paloma Reyes de Sá, una directora brasilera, que dirige El primer caso de Black y Jack y Fabulatas; en el equipo está Manuel, estoy yo, está Paloma, está César García; entonces, siempre tenemos ganas de trabajar juntos, nos llevamos bien, hay química y mucho juego. Con Manuel, por lo general, no es que nosotros lo elijamos, es por coincidencia.
¿Has trabajado con él en televisión?
No, en cine, en Como en el cine, en cortos y en la serie web Los cinéfilos.
Háblame del rol de tu personaje en Fragmentos.
Fragmentos es una obra supercontemporánea, escrita por Carlos Galiano, que refleja un poco la sociedad en la que vivimos, un sector de la sociedad en la que vivimos ahora, en el 2017, con las redes y con tu incapacidad de vincularte con el otro de manera real y honesta. Es una obra superagresiva, pero no se ve la agresión, está todo disfrazado de buena onda, de fiesta, de “somos amigos”. Es una obra que refleja cómo somos ahora, que nos acercamos al otro a través del miedo, de la inseguridad, y de mirar a la gente por encima del hombro, no con una apertura real y honesta. Trata de la celebración de un cumpleaños, de Armando, que es mi novio en la obra, interpretado por André Silva; yo le organizo la fiesta, él cumple 30 años, y yo invito a amigos que él no ve hace como 10 años, amigos de su universidad. Es una obra que habla sobre la identidad, sobre la amistad, y sobre cómo se relaciona uno con el otro a través del miedo.
¿El miedo?
Sí, la resistencia, el miedo, la protección. Mucha gente a los 30 años piensa que tienes que dar por sentado un montón de cosas; en épocas anteriores, a los 30 años tú ya eras un adulto responsable de tu vida, por ende, no tenías las preocupaciones que tienen todos estos personajes, que son preocupaciones que tenemos los de mi generación, los de 30 años, sobre quiénes somos realmente y si estamos haciendo realmente lo que nos gusta, si realmente somos felices, si realmente somos exitosos, ¿qué significa el éxito?, ¿tener más o menos plata?, ¿tener un departamento o no?, ¿tener una familia o no?, ¿hacer lo que te gusta o trabajar en una empresa por obligación?; o sea, son chicos de 30 años con problemas de adolescentes, con problemas de vínculos, con problemas muy básicos, disfrazados de una cosa exitosa, que todos son felices, pero por dentro están totalmente tristes, insatisfechos con sus vidas, que es lo que pasa ahora, ¿no?, con las redes y todo, todo el mundo aparenta mucha felicidad, pero en el fondo es un desastre, porque no trabajan los problemas primarios y básicos, que son los vínculos, que pueden sonar como cosas muy fáciles, pero realmente son problemas fuertes, cuando no los trabajas.
¿Tu personaje en la obra tiene tu misma edad?
Mi personaje es menor que yo, tiene 27, es la menor del grupo. Es una chica que ha estudiado actuación, ha llevado mil talleres, pero es muy mala actriz; sin embargo, su novio es muy exitoso, le va muy bien, ha hecho tele, cine, teatro, se ha comprado un departamento en Barranco, y es un hombre exitoso, y ella lo ama mucho, pero también le tiene cierta envidia, cree que es un poco injusto: “¿Cómo es que este ha llegado a tantas cosas y yo no, que me esfuerzo tanto?”, y cosas así, que es en realidad porque… mucha gente tiene deseos de hacer algo, pero realmente no tiene las herramientas, no tiene el potencial, y a veces se ciega por eso y no ve otras posibilidades donde sí puede crecer de verdad y desarrollarse de manera más genuina.
Cada montaje implica aprendizaje…
Sí.
¿Qué sientes que te ha dejado este papel?
Galiano ha escrito la obra también pensando en sus actores, yo me he identificado mucho con mi personaje porque he actuado mucho en la inseguridad; o sea, he sacado mis propias inseguridades para ponerlas. Uno como actor siempre se expone, y lo ideal es estar con el alma calata en el escenario, mostrándote cómo eres, sea el personaje que tengas que representar. En este caso los personajes son bastante parecidos a nosotros, porque tenemos la misma edad, nos vestimos parecido, nos relacionamos parecido, y Galiano ha escrito pensando en algunos rollos personales. No quiere decir que la obra sea una biografía de todos, es totalmente ficción, pero las carencias, las sensibilidades, son cosas que sí hemos pasado. Sacar cosas mías como: dependencia emocional, en algún momento de mi vida, o la inseguridad, el apego, la idealización de la pareja, cosas así, son cosas que he ido trabajando a nivel muy personal, y eso es lo que hago en la obra, lo que hacemos todos en realidad, eso es lo bonito.
En una escena de Fragmentos
Has estado más de un año participando en televisión, cine y teatro…
Sí, sobre todo en teatro.
¿Te vuelven las ganas de viajar por el mundo?
Sí, ya me están picando los pies (risas), ya me quiero ir de nuevo. Esta ciudad me gusta mucho, pero también me agota; si no estoy en un proyecto que me encante, probablemente sufra ataques de angustia fuertes y me tenga que ir.
¿Te ha pasado?
Sí, me dan como ataques de ansiedad así de pronto y digo: “¡Ah!, ¡me quiero ir de acá!”
¿Te comes las uñas?
No… o sea, ahorita estoy en proyectos que me gustan mucho, y disfruto hacerlos, pero ya voy dos años sin viajar fuerte, y me gustaría poder volver a hacerlo, de repente no como lo he hecho antes, porque cada viaje es distinto, pero no descarto para nada esa posibilidad, de hecho, me encantaría vivir así por unos años, sería maravilloso.
¿Igual, como una especie de mochilera?
He sido mochilera de las aguerridas, probablemente lo vuelva a hacer, pero sería un viaje distinto, no sé, depende de cómo me sienta, lo que venga, no planifico, no me gusta planear.
Va a ser otra aventura.
Sí. En el último viaje que hice planeaba mochilear por Argentina y Brasil, y me quedé en Buenos Aires cuidando a un gato en un departamento, y después llegó la dueña del gato, y me fui a otro departamento a cuidar a otro gato, y después a otro a cuidar a otro gato, y estuve dos meses en Buenos Aires, llevando talleres, cuidando gatos, viviendo en un lugar sin pagar hospedaje porque cuidaba al gato. Eso no lo puedes planear, sucedió así, y mis planes de mochilear fueron descartados porque tuve esta oportunidad, otro tipo de viaje, otro tipo de aprendizaje, lo decidí así, y ya está. Si planeo mochilear en otro lado, por ahí que me quedo un sitio haciendo lo mismo, o planeo ir a un solo punto y termino mochileando. Eso se descubre una vez que llegas al sitio, no me gusta planear, no hago tours, no hago itinerarios, no hago nada de eso.
¿Es porque te gusta la aventura, la libertad?
Porque me gustan ambas, y en un viaje te puedes permitir esas licencias; la idea es vivir así siempre, sería lindo; en un viaje tienes mucha más licencia de no planear nada y simplemente fluir y ver lo que salga.
¿Es como escapar de ti misma?
No escapar de mí misma, creo que te enfrentas mucho más a ti, sales de tu comodidad, porque no tienes idea de dónde vas a dormir ni de qué vas a comer.
¿Es cierto que en Portugal tuviste que trabajar limpiando un hotel?
Sí, postulé a un proyecto artístico en Portugal, y terminó siendo cualquier cosa (risas); al final no hubo proyecto artístico y el único cupo de trabajo que había era de lavandería y de limpiar cuartos y baños en un hostal en el sur de Portugal, y yo lo acepté encantada porque era lo que tocaba hacer en ese momento, no lo cuestioné ni dije: “Agh, no voy a hacer esto”; pasé por la experiencia, estuve dos semanas ahí limpiando baños, cuartos, sábanas, fue agotador, pero fue bravazo, la pasé muy bien, conocí gente muy chévere, son experiencias que suman, todo suma, jamás imaginé que iba a terminar haciendo eso, pero lo hice, y poniendo la mejor onda, fue divertido igual, después me fui a otro lado (risas).
¿Sigues haciendo coros en El Hombre Misterioso?
Sí, Lara y yo somos las coristas; tenemos un concierto en diciembre en Vichama, y otro en La Noche, el 14, creo.
¿Qué música te gusta?
Escucho de todo, menos latin pop, lo detesto, todo menos bachata, que la odio; bueno, Juan Luis Guerra me gusta, pero es bachata antigua, pero la bachata de ahora, ugh, no la soporto, ni el latin pop, pero escucho de todo, no sabría decirte qué genero exactamente.
Leí que aprendiste a hacer máscaras en Bali.
Sí, hice una especie de retiro con un maestro de máscaras balinesas, que en realidad es de Dinamarca, pero vive en Bali hace muchos años, viví con él en una casa de una familia que hacía máscaras y títeres. Esa fue una de las experiencias más potentes que he tenido, si no es la más.
También estás en la obra…
El primer caso de Black y Jack.
¿Hasta cuándo va?
Hasta el seis de diciembre, solo los martes y miércoles.
¿Más adelante hay otro montaje en el que vayas a participar?
El próximo año probablemente repongamos Fabulatas, que es una obra familiar que hicimos también con el mismo grupo de Black y Jack.
Aparte de actuar, ¿se te ha dado por escribir alguna obra de teatro?
No, no he escrito nada nunca. Hice un cuento una vez, pero eran más dibujitos que historia, le saqué 30 copias y las regalé todas, así que por ahí están repartidas.
No lo publicaste en internet.
No lo publiqué, por ahí están repartidas, de hecho me gustaría hacerlo, tengo el original todavía, se podría hacer, eventualmente, cuando tenga plata (risas).
¿Y la pintura?
Me gusta dibujar, más que pintar.
¿Todavía está esa inquietud?
Sí, lo que me falta es tiempo, debería el día durar el doble, si eso pasa, y la energía también da… Me encantaría llevar un curso de artes plásticas, de dibujo, lo tengo superpendiente, no es que lo haya olvidado del todo, pero sí lo he abandonado un poquito.
Sí pues, falta tiempo, y tú eres “trabajólica”.
Sí, trabajo un montón, y después me dan como “¡aaah!”, mis chucaques, pero bueno, lo hago con mucho agradecimiento igual porque lo bueno es tener chamba.
¿Desde que empezaste en el teatro has sido así?
Es que es la típica, que se te junta todo de una, y hay rachas en las que tienes mucho trabajo, y hay momentos en los que no; entonces, en los momentos en los que hay mucho trabajo hay que saber decir que no a algunas cosas, porque uno tiene que ser honesto con lo que puede rendir al cien por ciento, y saber elegir los proyectos que te van a llenar, y en los momentos en donde no hay, chapar lo que puedas. Estoy bastante agradecida porque trabajo no me falta, y bacán, pero también hay momentos en donde no trabajo, y ahí me voy de viaje, como para no angustiarme.
Tengo entendido que debutaste en el teatro protagonizando una obra.
Sí, una obra para niños: Los amigos invisibles.
Debe haber sido bacán, ¿no?
¡Sí!, ¡fue locazo!, porque mi primera aproximación al teatro, aparte de la primera vez que fui, fue como voluntaria en Plan 9, cuando Plan 9 estaba en la Biblioteca Nacional. Yo repartía volantes, acomodaba a la gente, y veía las obras, me encantaba quedarme a ver todas las funciones, y siempre que tenía la oportunidad, le decía a David Carrillo o a Giovanni Ciccia que me consideren para hacer alguna prueba para algún personaje en el que yo pueda calzar. Dicho y hecho: David justo hizo una obra y le faltaba la protagonista, que tenía que ser una niña, y no sé si le habrá pasado la voz a alguien y lo canceló, la cosa es que no tenía a la protagonista, y me hizo una prueba, y quedé, y ese día me acuerdo que fue, ¡uf!, increíble, regresé en micro a mi casa y lloraba en la ventana así como Candy, diciendo: “Ay, qué bien” (risas). Recuerdo ese momento con mucho cariño. Y ahí estaba Manuel Gold también, ahí nos hicimos patas, claro, y de ahí no paré.
Aparte de estas dos obras que terminan en este año, y la posible reposición de Fabulatas, no tienes otro proyecto teatral próximo…
Hasta ahora todo indica que volverán los viajes (risas).
¿Sola de nuevo?
Sí, seguro, me gusta mucho viajar sola.
Leí que viajaste con Jimena…
Sí, mi mejor amiga, ella ahora vive en Canadá, se quedó viajando un tiempo, y al final se enamoró y se quedó viviendo allá.
Tú no estás enamorada.
Yo sí estoy enamorada, pero estoy viviendo acá (risas).
Ah, tienes pareja.
Tengo, tengo, pero no voy a entrar en esos temas (risas).
Bueno, está bien viajar sola.
Sí, claro, es bonito, es chévere, me gusta.
Jely interpreta a Yesika, una bailarina exótica, en El primer caso de Black y Jack
Después de haber tenido éxito en el teatro, cine y televisión, ¿te gustaría explorar algo nuevo en el arte?
Me gustaría hacer más cine, y también teatro físico.
¿Danza?, ¿performance?
Sí; o sea, en Black Jack hacemos mucho teatro físico, pero me gustaría explorar más con el cuerpo, más que con el texto, siento que me falta más exploración por ese lado, que podrían salir cosas interesantes quizá.
¿Eso es resultado de la obra Black Jack?
Sí, porque he tenido que entrenar un montón para ese personaje y porque he sentido otro tipo de energía, me he sacado el ancho entrenando y el resultado me ha gustado, me gustaría explorar más por ahí a ver qué onda, sí.
Eso, el cine y teatro físico…
Sí, que son dos cosas totalmente opuestas: el cine, que es totalmente contenido, me refiero al cine realista, y algo totalmente opuesto y extremo que es físico y expresionista.
Bueno, si quieres hacer cine seguramente lo vas a hacer, porque siempre va a haber gente que te quiera en sus producciones.
Ojalá, sería muy chévere. Tengo un proyecto de cine, no sé si pueda comentar mucho porque creo que todavía lo están haciendo, pero bueno: voy a grabar una película ahora a fin de año, y ya van a ver lo que viene.
¿Comedia?
Es una comedia.
¿Vas a tener una actuación como en Siete semillas?
Es un personaje un poco más presente esta vez.
Con más participación.
Sí, bravazo, estoy bien emocionada.
¿Sientes que te falta hacer un papel que te haga romper más tu esquema como actriz?
He roto muchos esquemas en Black Jack, los tres actores hemos roto muchísimos esquemas, porque nos burlarnos de nosotros mismos, de los estereotipos, de la doble moral, de los temas tabú, de las cosas que son políticamente incorrectas, de cosas que no se suelen decir porque están mal. Hemos atravesado barreras de pudor, de vergüenza, he entrenado un año pole dance con tacos 17, y dar vueltas y correr y saltar. La obra es transgresora, con mucho humor, pero transgresora. Hemos trabajado elementos de bufón, el bufón no tiene moral, no le importa decir nada; sin embargo, tiene mucha empatía por el público, el público no lo juzga, esos personajes están en posición de burlarse de verdad, de la humanidad, nos burlamos del machismo, del feminismo, de lo que significa ser mujer en la sociedad, de lo que significa ser hombre, de cómo se relacionan, que son temas que ahorita están picantes, porque ahora todos se ofenden con todo, y no puedes decir nada porque te saltan 80 a decirte: “Ay, que no sé qué”; entonces, jódanse todos, vamos a irnos contra eso, y para hacer eso tenemos que ir a fondo, ir al extremo. Es una obra que rompe muchos esquemas en muchos niveles.
¿Es para adultos?
Es para adultos, para mayores de 18.
¿Es drama, comedia?
Es una comedia del absurdo, comedia extrema, es muy graciosa.
Y dices que has sentido hasta vergüenza…
Sí, porque, a mí, por lo general, nunca me han llamado para personajes que tengan un lado sensual y femenino muy presente, y acá he tenido que ahondar en fondo en eso, me he tenido que burlar de mí misma, porque a veces me daba mucha vergüenza ser la sexy, y todos tenemos eso, pero a veces uno lo esconde porque le da nervios o porque naturalmente no se muestra así porque no da, pero he tenido que ahondar a fondo en eso y llegar a sentirme absolutamente ridícula, moviendo el poto frente a mis amigos, para darme cuenta que son cosas absolutamente normales y de las que hay que burlarse también.
Es extraño que una actriz diga que se siente ridícula en el escenario.
Es que trabajamos con el ridículo; o sea, el clown y el bufón trabajan con el ridículo, si es que no te burlas de ti, entonces, estás mal pues, ¿no?
¿Has hecho clown?
Sí, también. Creo que el estado de un actor o de un clown o de cualquier persona que se para en un escenario es de, lo que te dije hace un rato: estar con el alma calata ahí, para eso tienes que tener la capacidad de burlarte de ti, de saber que no eres perfecto, y de aceptar todas tus mierdas, y tomarlas como “parte de”, y eso mostrarlo también, no mostrar solo tu lado lindo, “ay, mira qué linda soy”, también mostrar tu lado oscuro, tus defectos, tus virtudes, y todo lo que puedas hacer honestamente, decir: “Ya, esto soy”, eso es lo chévere, eso es lo que tenemos que hacer todos. Pero, si no tienes la capacidad de burlarte de ti mismo, entonces estás trabajando desde el ego, desde “mira, soy brillante… mira lo que puedo hacer”, pero el ser humano es imperfecto, y si puedes mostrar esa imperfección, y darle la vuelta y burlarte de eso, ahí estás como en otro nivel de trabajo, y la calidad del trabajo es mucho más bonita, mucho más honesta.
Oyendo lo que dices, pienso que todo el mundo debería hacer teatro.
El teatro para mí es absolutamente sanador, para mí es como un templo, yo tengo mucho ritual, por eso me gusta tanto, a diferencia de otros formatos, porque lo que ocurre acá ocurre acá y no vuelve a ocurrir más, porque cada función es distinta, porque estás presente, porque está vivo, porque si pasa alguna cosa tienes que solucionarla en el momento, y porque trabajas con cómo has llegado ese día, si estás cansado, trabajas con tu cansancio, si estás molesto y tu personaje tiene que estar muy feliz, tienes que hacer un trabajo para quitarte eso, pero tienes que estar presente, está vivo, y creo que refleja mucho a la humanidad, creo que rehumaniza, es importantísimo para rehumanizar a las personas; o sea, si no haces teatro, podrías verlo también, hay mil maneras de participar. Me parece potentísimo lo que se hace.
Entonces, quieres hacer teatro hasta donde te dé la vida.
Sí, a mí me encanta, no sé qué vaya a hacer más adelante, pero no me alucino dejando el teatro, me gusta mucho.
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