HEINZ PLENGE: “CUANDO ME PERDÍ EN EL MANU, MUCHOS CREÍAN QUE NO IBA A SALIR VIVO”

Chiclayano de nacimiento y amante de la naturaleza, Heinz Plenge, fotógrafo, conservacionista y autor de las imágenes del proyecto editorial Ruta Viva, se explaya en esta extensa entrevista que abarca temas tan diversos como la historia de Ernil Bernal (verdadero descubridor del Señor de Sipán), la posible convivencia de megafauna prehistórica con los antiguos peruanos y el calentamiento global que amenaza con dejarnos sin agua para vivir.

 

Heinz, ¿Qué es Ruta Viva?

Es un proyecto editorial auspiciado y dirigido por IIRSA Norte, cuatro volúmenes que pretenden mostrar, difundir y ayudar a la conservación del patrimonio natural y cultural del norte peruano, específicamente de seis regiones: Piura, Lambayeque, Cajamarca, Amazonas, San Martín y Loreto. En el 2015 se publicó el de biodiversidad, flora y fauna, y el primero fue sobre la gente, los descendientes de las culturas milenarias, que todavía tienen mucho de su esencia primigenia.

Mientras preparaba este tercer volumen dedicado a la arqueología, ¿descubrió algo interesante?

Muchas cosas. El norte ha estado relegado durante años en el tema turístico, el sur del país está mucho más desarrollado, están Machu Picchu, Nazca, Choquequirao, pero el norte, aparte de Kuélap y de algunos museos fastuosos de oro en Lambayeque, casi no se conocía. Nos hemos metido en museos perdidos en el desierto de Sechura, como Chusís, un museíto municipal con techo de calaminas y un calor que ablandaba a los jebes de las cámaras. Hay museítos que nadie conoce. Hay uno cerca de Rioja que se llama Guayaquil, con algunas piezas del Periodo Formativo, de 3000 o 4000 años de antigüedad, y los administran las comunidades. Hay otros como el de Leymebamba, con 200 momias que salieron de la Laguna de los Cóndores, y en el libro (Ruta Viva) hay fotos de esas momias, realmente increíbles. El museo de Kuntur Wasi, en Cajamarca, también es administrado por la comunidad, y ahí está el oro más antiguo de América, con coronas, pendientes, brazaletes.

¿Y alguna otra cosa que le haya sorprendido?

Hay cantidad de sorpresas. Hace 17 años estoy metido en la conservación del oso andino, en el Área de Conservación Privada de Chaparrí, y hemos estado en simposios y foros sobre biología y ecología, y tratábamos de relacionar al oso con las culturas antiguas, pero la sorpresa era que, siendo un animal tan grande, inteligente y carismático, no había representaciones del oso en las culturas antiguas de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú o Bolivia, países en donde vive, y al final nos dimos con la sorpresa de que en el museo de Jaén había muchas representaciones de él.

¿Es cierto que encontró pinturas rupestres que no tienen nada que envidiarle a Picasso?

Estaba en el museo de Jaén con mi hijo, quien es parte de mi equipo de asistentes, y al ver una figura en la pared, le digo: “Oye, esto parece un dinosaurio”; pero, hablar así tan ligero de animales que vivieron hace más de 175 millones de años, que supuestamente se extinguieron por un meteorito… Nos dijeron que el original estaba en Yamón, y fuimos con el alcalde y la gente del lugar. Después de 40 minutos de caminar, llegamos a un abrigo sobre el río Marañón, un abrigo es como una cornisa de roca, sin llegar a ser una cueva, y el techo y las paredes estaban saturados de arte rupestre de hace 8 mil años, entonces mi hijo me dijo: “Es la Capilla Sixtina del arte rupestre”. Era sobrecogedor, ver la cantidad de dibujos, escenas de gente adorando al sol, pastores con sus rebaños de camélidos, escenas con perros y otros de estos animales raros, y pensé, ¿realmente no se extinguieron todos los dinosaurios en un solo acto?, ¿quedaron algunos por el río Amazonas y esta gente hace 8 mil años todavía alcanzó a verlos?, porque hace 10 mil años en el Perú había mastodontes, tigres dientes de sable, megaterios, que son esos perezosos que tenían cuatro metros de altura, y mucho de esa megafauna con la que esa gente sí ha llegado a convivir. Tal vez ellos llegaron a conocer algo, o vieron los esqueletos, o un chamán encontró un hueso gigante o un cráneo de uno de estos reptiles y lo “devolvió a la vida” con un poco de ayahuasca.

¿Y dónde está eso?

A orillas del río Marañón, cerca del puente de Corral Quemado, en Yamón. En este arte rupestre son tan precisos los trazos que Picasso era un bebé de pecho al lado de estos artistas, que tenían una capacidad de síntesis para hacer figuras con dos o tres trazos.

Arte rupestre de hace 8000 años en Yamón, Amazonas, muestra una posible coexistencia de megafauna con antiguos habitantes peruanos (fotografía de Heinz Plenge para Ruta Viva)

 

Cuéntenos, ¿cómo empezó en la fotografía?

Tenía 11 años, ahora tengo 70, y los cumplí justamente en una cueva durmiendo con unas momias, je, je, je… en los sarcófagos de San Jerónimo. Cuando tenía 11 años, mi padre, por su formación en Alemania, era muy propenso a regalarnos juegos creativos, y en una navidad me regaló una cajita que se llamaba El pequeño óptico y fotógrafo, que traía varios elementos para hacer experimentos con la luz: lupitas, químicos que reaccionaban con la luz, y había unas piecitas para armar una camarita fotográfica; la armé, le puse el rollo, y por supuesto no me salió ni una foto, je, je, pero él me vio tan entusiasmado y a la vez frustrado que me empezó a prestar una cámara que trajo de Alemania. Aún guardo por ahí unas 15 diapositivas que tomé en un paseo en un cerro con unos amigos. En esa época las diapositivas no se revelaban en el Perú, tenías que depositarlas en una oficina de Kodak, y seis meses después venían en barco desde Panamá, reveladas. Tengo miles de fotos que tomaba en el colegio, en los paseos, los partidos de fútbol, a las enamoradas, de las cacerías, a mí me gustaba mucho la cacería con armas de fuego, que era también un pretexto para estar en la naturaleza.

Cacería…

Sí. Recuerdo que, a los 21 años, en una cacería, salió corriendo una venada, y bueno, mi papá nos enseñó que a las hembras no se les debe disparar, pero le tomé una foto, porque había una luz muy bonita en el amanecer, y la venadita se paró en una posición interesante; entonces, cuando después vi la foto, me gustó tanto, que en la semana siguiente vendí todas mis armas y me compré equipos de fotografía, de cuarto oscuro, ampliadoras, todo lo que se usaba antes para revelar fotos, ya no quería mandar a revelar en Lima, y menos afuera. Empecé a estudiar, a asistir a cursos, en esa época no había ninguna universidad o instituto que enseñara fotografía, pero me fui formando en forma autodidacta, y sobre todo con el interés siempre en los animales, porque de eso no había mucho, y hasta ahora acá no encuentras un lugar en donde te enseñen a tomar fotos de animales.

Fue la belleza de la venada la que despertó su amor por la fotografía…

Sí, fue algo mágico, y cambié radicalmente, nunca más le volví a disparar a un animal con un arma, en cambio, con las fotos, puedes tú disfrutar más de esos momentos sublimes. La naturaleza en sí es tan interesante, tan fuerte, tan impresionante, ver un amanecer lleno de luces, o fotografiar una tormenta eléctrica, una caverna, un río caudaloso, un lago sereno, cada cosita de la naturaleza tiene esos momentos mágicos de belleza. Cuando alguna enciclopedia de animales llegaba a mis manos, yo decía: ¿cómo harán estas fotografías?, ¿cómo habrán hecho para acercarse a estos animales?, ¿serán peligrosos?, veía fotos de los leones en África, de los osos en Norteamérica. En fin, así como la fotografía publicitaria o de retratos tienen sus retos, las fotos de la naturaleza también.

Dicen que para hacer un buen retrato es necesario sentirse identificado con el retratado, ¿ha llegado a sentir una conexión o ha entendido más allá de lo que las demás personas entienden a los animales?

Muchísimo, eso se llama etología. Tienes que ser muy observador. Hay conexiones, sin duda, la mirada de un animal, hasta de un insecto, a mí me llega; no te digo de un mamífero superior, como un jaguar, estar frente a frente con un jaguar, así, sin una reja de por medio, uf, ja, ja, ja, sí que es adrenalínico. Yo me he encontrado con jaguares a cinco metros, y si él quisiera, de un paso está encima de ti.

¿Recuerda alguna anécdota extrema?

En el año 92 estaba en Pacaya Samiria, buscando fotografiar a los caimanes más grandes, y los nativos nos llevaron a una cocha, una especie de laguna. Estaba con el jefe del parque, Gustavo Pereira, con un amigo italiano herpetólogo y los guías locales. Caminamos dos horas en el bosque inundable, con el agua hasta las rodillas, hasta que llegamos a la laguna, que se había llenado de plantas acuáticas. A 300 metros, en un espejo de agua pequeño, estaban los caimanes, que en el día son muy huraños, porque los han matado, pero ahí estaban, y eran enormes. Era muy lejos para fotografiar y, por más teleobjetivos que tengas, cuanto más puedas acercarte a un animal, vas a lograr fotos con más calidad, siempre digo que es mejor un par de buenas piernas que el mejor teleobjetivo. Teníamos que caminar rápido encima de la vegetación acuática, porque si te quedabas parado, te hundías. Llegamos hasta el borde de las plantas, pusimos un par de palitos para no hundirnos tan rápido, pero seguían lejos. Decidimos quedarnos quietos e imitar el ruido que hace una cría de caimán, y al primer ruido que hicimos, esos tres caimanes del fondo parecían botes con motor fuera de borda, se venían con medio cuerpo afuera, con gran velocidad, y lo más impresionante fue que empezaron a contestar, parecían toros, contestaban de aquí, de allá, literalmente estábamos rodeados de caimanes, y nosotros en el agua. Y aquí llega la parte ya de éxtasis: Gustavo, que era bien bajito y flaquito, empieza a señalar sus pies, y veo que se empieza a elevar… ja, ja, ja… ¡estaba parado en el lomo de un monstruo!, y este caimán sacó su cabeza enorme y abrió sus fauces… nosotros, por supuesto, nos quedamos absolutamente helados, y le tomé solo dos fotos al caimán porque parecía que iba a reaccionar, y a los tres minutos se sumergió, y salimos prácticamente corriendo sobre el agua.

¿Y no les pasó nada?

No, pero cuando me pongo a pensar después, pucha, qué imprudentes hemos sido al meternos ahí, porque ese animal solo necesitaba un detonante para meter un coletazo o una mordida, y dos días antes había fotografiado a un señor que le faltaba un brazo, porque había ido en una canoa, y ¡pam!, cuando se dio cuenta, su brazo estaba colgando de los ligamentos.

¿Tuvo alguna otra experiencia parecida?

Una vez estábamos en la Antártida en un botecito Zodiac, y una ballena jorobada saltaba a 15 metros de nosotros, y con cada salto el botecito se balanceaba, y si te volteabas ahí, la hipotermia te mataba en tres minutos.

Personaje esculpido en piedra hallado en Cajamarca, actualmente en el Museo de Jaén

 

¿Es cierto que su primera cámara digital fue un obsequio?

SÍ, un amigo trataba de decirme las bondades de las digitales… es que, cuando me metí en el proyecto de Chaparrí, yo quería hacer más por la conservación, y si bien la fotografía ayuda a despertar consciencia entre la gente de la ciudad, yo quería hacer algo más, por eso me metí en el tema, y uno de los ecosistemas menos atendidos era el bosque seco de la costa norte del Perú, donde vivo, y así empezó la aventura de Chaparrí. Empecé a dejar la fotografía, porque teníamos que ver las reuniones con las comunidades, la reforestación, equipar a los guardaparques, un montón de cosas. Antes de eso yo estaba con la fotografía analógica, y entre los amigos del proyecto de conservación había unos franceses, Pierre Gay y Pierre Chabot, quienes me dijeron: “Heinz, ¿qué opinas de la fotografía digital?”, “bueno, todavía me parece que no está en los niveles de calidad que se necesita, porque he escuchado, un amigo me dijo, he leído en tal sitio…”, “¿pero no crees que eso te podría ayudar?”, “no, no creo”… yo estaba argumentando en contra, y al final me dijeron: ”Lo que pasa es que hemos traído una cámara que te queremos regalar”, ja, ja, ja… me dio un ataque de risa. Me regalaron una Nikon, que en ese momento costaba como 5 mil dólares. Tal vez eso fue el bichito que volvió a picarme para retomar la fotografía, porque lo bueno de Nikon es que los lentes antiguos mecánicos le hacían a las digitales, y empecé a practicar con los lentes, y me di cuenta de que realmente ya estaban en algo, y ya después han mejorado. Ya no regresaría a la fotografía convencional, por el tipo de fotos que hacemos, de expedición, que son a veces tan caras, toman tiempo, la digital te da la ventaja de que tú puedes estar chequeando cómo va saliendo todo.

¿Qué es lo que le falta a la fotografía digital para igualar a la analógica?

Para mí es mejor ahora, por lo menos para el tipo de fotos que hago, los colores, los contrastes… por ejemplo, para usar teleobjetivos, antes necesitabas poner películas de ASA rápida, 200, 400, o más, pero cuanto más alta era el ASA, la calidad y los colores bajaban. Yo empecé a usar Fujichrome, que salió en esa época, que era ASA 50, que tenía colores, contrastes y una resolución increíbles, pero ahora a cualquier camarita le pones ISO 2000, 3000… y es buenísima la calidad.

Ahora la fotografía analógica es más para los románticos…

Sí, por la textura. Tengo amigos que todavía toman fotos en blanco y negro con su rollito y su fotómetro aparte.

Está el tema del soporte virtual que es más susceptible a perderse que un negativo…

Sí, se está hablando que hasta las explosiones solares pueden afectar a las imágenes, que podrían perderse o deteriorarse. Igual, si tú quieres guardar bien tus negativos o tus diapositivas tienes que tenerlos en cuartos con la humedad regulada, y con la temperatura estable, porque el calor y el frío hacen que las emulsiones se vayan reticulando y hongueándose. Creo que cada tecnología tiene sus pros y sus contras.

Si la fotografía logra emocionar, ¿qué emociones quiere despertar usted en las personas?

Por lo menos, lo básico es que la gente se interese, que digan: “Qué bonita esta ave, mira a este cóndor, ¿dónde vivirán?, ¿cuántos habrá?”, o más aún cuando esas fotos van acompañadas de una historia. Hay muchas revistas a nivel mundial especializadas, como National Geographic, o la familia Geo, que te cuentan historias donde la fotografía es lo primera que habla, no el texto, el texto lo hacen de acuerdo a las fotos que tú armas para contar una historia, y si tiene un mensaje de conservación, es bien potente.

Esta nueva edición de Ruta Viva está enfocada en la arqueología, los anteriores mostraban a los animales y a la gente, ¿qué tal esas experiencias?

Muy interesantes. En la Amazonía hay pueblos que hablan diferentes lenguas, se visten diferentes, tienen rituales diferentes, e incluso guerrean entre ellos hasta ahora. En Lambayeque todavía hay lugares en donde hablan quechua, y la gente, sobre todo las mujeres, son las que más guardan sus tradiciones, y ahí están los caballitos de totora, una técnica de navegación que tiene más de 4 mil años, y sigue usándose, porque funciona.

¿Cuál es la experiencia que le ha marcado más?

Fue en un proyecto del año 92, donde me perdí con un guardaparques en la selva del Manu durante 10 días, esa sí es una historia larga y… a mí me choca mucho porque, a partir de esa experiencia, muchas cosas de mi vida cambiaron. No tuvimos ni un metro de tierra plana y seca para dormir, era todo mojado, dormimos sobre raíces, sobre rocas. En 10 días bajé 10 kilos, porque las únicas provisiones que teníamos eran dos latitas de atún, una lata de frejoles y una sopita de espárragos. Entonces, cuando no tienes qué comer, cuando no tienes una cama recta y seca… y los tres primeros días no tuvimos agua, estábamos con los labios rajados por la falta de agua, ¡y yo tenía yo 400 dólares en el bolsillo! A mí me hizo reflexionar mucho, en cómo las personas dependemos unas de otras. Si hubiéramos estado solos y no hubiéramos podido ayudarnos para superar ese trance, no hubiéramos podido salir. Después nos enteramos que muchas personas se habían metido ahí, y nunca más salieron, y los guardaparques y la gente del lugar no creían que íbamos a salir vivos… fue bien duro… pero eso te lo voy a contar un día con una botella de pisco, ja, ja, ja… Fue del primero al 10 de agosto del año 92, en el Parque Nacional del Manu, con un guardaparques, Fabio Chávez, y en agosto de cada año nos llamamos para saludarnos.

Puma andino retratado por Heinz Plenge

 

Hablando de temas fuertes… ¿Es verdad que Walter Alva no es el verdadero descubridor del Señor de Sipán?

Bueno, las cosas se descubren una sola vez, ¿no? En el caso de Sipán, los que llegaron por primera vez a esos mausoleos mochicas fueron los huaqueros, y en este caso era gente de Sipán los que hicieron el hallazgo, y después la Policía le comunica a Walter Alva, y él en ese momento era el director del Museo Brüning, encargado de velar por el patrimonio arqueológico, y no tuvo más remedio que intervenir; después empiezan a encontrar más tumbas, pero él no fue el primero que llegó, el primero que llegó fue quien descubrió; que era ilegal, ese es otro tema, porque, sí pues, según las leyes peruanas, si buscas sin autorización, sin los protocolos, es ilegal. Hay otro asunto interesante por el cual yo me metí mucho en este tema en el año 87, 88, y es que, en mi opinión, hay tres tipos de huaqueros: los que se dedican a eso por negocio, que es como un ratero que te roba algo y quiere después venderlo, y el patrimonio cultural no debe tratarse de esa manera; después, había una tradición acá en el Perú, de ir a huaquear en Semana Santa, pero se ha perdido, aunque en el norte las familias iban a las huacas, con sus palas, ¿de dónde viene eso?, tal vez de la época de los españoles, con la extirpación de idolatrías, como un acto de hostilidad hacia los entierros indígenas. Y hay un tercer grupo, que son los que van en busca de los objetos de poder, que están más relacionados con los chamanes, que buscan objetos que fueron de un chamán anterior que tenía mucho poder, para tener visiones, para matar o curar gente, para hacer sus conexiones con el mundo espiritual, con el más allá, con los apus.

¿Y en el caso de Sipán?

En este caso, por ejemplo, este muchacho, Ernil Bernal, era de este tercer grupo. Él venía de una familia de curanderos, su abuela había sido curandera, su hermano mayor hasta ahora vive y es curandero, y él estaba aprendiendo esas artes y, según el relato que yo recibí de él, fue así fue que encontraron esa primera tumba que, dicho sea de paso, parece ser que era la más rica de todas las que se encontraron.

Usted conoció a Ernil…

Yo tomé fotos de muchas de las cosas que él había sacado, antes de que la Policía lo intervenga; eso salió publicado en El Comercio, en la revista Somos, o en alguna revista de afuera en el año 88, 89.

¿Es cierto que él predijo su propia muerte?

Una vez habíamos estado en Rioja en una reunión, ahí conocí a Ernil y a su hermano Emilio, que es curandero y que estuvo con él cuando murió. En un momento de la borrachera, Ernil dio un golpe sobre la mesa y se puso a llorar, y dijo: “Dentro de un año, yo voy a morir”, y su hermano le dijo: “¿Cómo te vas a morir?, además, cuando nos toque, nos vamos a ir, pero al infierno, montados en buenas mulas”; me acuerdo de esa expresión. Y ahí pasó. Nadie podía imaginar que, un año después, en una intervención policial en su casa en Sipán en el amanecer, un policía le dispararía a 50 centímetros. Él estaba desarmado, desangrándose, y lo pateaban para que diga dónde estaba el oro. Esto me lo contó su viuda. Lo llevaron al hospital, caminando todavía, pero llegó demasiado tarde.

Leí que Ernil quiso repartir el oro entre la gente de Sipán…

Él repartió, sí. Cuando la hacienda Pomalca estaba en huelga, y la gente se entera de que había un hallazgo de oro, entonces van a pedirle, y él les dice: “Esto es herencia de todos nosotros, bajen y ustedes mismos saquen lo que puedan”; entonces la gente bajaba por unas escaleras gigantes, y lo que podían meter en los bolsillos se lo metían, decían que “era como cosechar camotes”, porque sacaban las cosas de oro que estaban metidas en las paredes. Luego los pobladores empezaron a vender las esteritas de oro, las vendían hasta en el suelo del mercado, y muchos dentistas las compraban para las curaciones de los dientes, y la Policía lo detectó, llamó a Walter Alva, pero él estaba en otra.

Uno de los hermanos de Ernil Bernal dijo que usted “habla sonseras y mentiras”…

José Bernal cree que me estoy llenado de plata con las publicaciones que se hicieron sobre Sipán, y él quería que le dé la prerrogativa de poder hacer las publicaciones, quería tener el control, cuando más bien los hijos y la esposa son los que tienen que manejar esa parte de la historia familiar.

Según Walter Alva, usted le agredió físicamente, ¿es cierto?

No, al contrario. A Alva no le gustó que yo publicara la historia de Ernil Bernal, porque un poco como que se quedaba sin esa aura de ser el descubridor, y dijo que yo hacía apología a los huaqueros. Un día yo estaba en el aeropuerto, y él estaba con un grupo de periodistas, se sintió respaldado por la gente y, cuando pasé por su lado, me dio un empujón, entonces yo volteé y le di un puñete, y se cayó al suelo. Después me quiso denunciar, avisó a la Policía, se fue al médico legista, quería pagarle al médico legista para que le ponga 15 días de descanso, si era así me podían hasta meter preso, pero felizmente el médico dijo que no daba para eso.

Representación de la tumba del Señor de Sipán, en Huaca Rajada, Lambayeque

 

Volviendo al tema de la conservación de los recursos naturales, ¿qué debería hacer el gobierno?

El Estado peruano ha hecho un gran esfuerzo creando áreas de conservación, pero no se le da la importancia política a este problema. Hemos visto intentos de querer cortar ciertas áreas de conservación para desarrollar proyectos agrícolas o mineros. Falta aplicar leyes y hacer reglamentos adecuados para que la conservación sea también un negocio; en el mundo moderno ya no podemos hablar de conservar áreas solamente con fines de contemplación, las áreas de conservación deben considerarse como activos fijos, con valor real, económico. Si se maneja el bosque de forma adecuada, haciendo apicultura, por ejemplo, haciendo manejo de la leña, haciendo ecoturismo, optando por los servicios ecosistémicos, todo eso puede hacer que una hectárea de bosque rinda más que una hectárea de arroz. En Costa Rica, muchas de las plantaciones de caña de azúcar o de arroz se están revirtiendo otra vez en bosques, porque les deja más dinero. Perú tiene una gran posibilidad de ir creciendo, pero a veces nuestros políticos apuestan más por minas, porque eso es plata inmediata, y a veces con comisiones.

En el año pasado hubo varios incendios forestales, incluso peligró la pava aliblanca…

Sí, cerca de Chaparrí está Cachipampa, y en ambos lugares hay pavas aliblancas, y estuvimos rodeados de fuego. ¿A qué se deben los incendios?, estamos en un extremo periodo de sequía, de estrés hídrico, y cualquier plantación estalla en llamas con una colilla de cigarro. Hay un documental que lanzaron hace poco, hecho por la National Geographic y Leonardo DiCaprio, se llama Before the flood, deberías verlo, porque es sorprendente cómo se está poniendo en evidencia cómo los poderes económicos en Estados Unidos son los mayores culpables de lo que está pasando con el clima; este documental está auspiciado por las Naciones Unidas, y está hablando de que, como están las cosas ahorita, que es un proceso ya irreversible, todos los países que estamos cerca de la línea ecuatorial vamos a sufrir por el tema del agua, al extremo de que en el futuro no se va a poder hacer ni siquiera agricultura. Es importante ver ese documental, que muestra cómo las decisiones políticas se confrontan con las conclusiones del mundo académico científico que está estudiando este fenómeno.

Y es irreversible…

Es irreversible. Lo que tenemos que hacer es adaptarnos y tomar las precauciones para que no siga avanzando más.

Y no se están tomando las precauciones…

Acá creen que para tener más agua en tu casa es cuestión de abrir más el caño, pero no. Por ejemplo, Lima, y algunas de las regiones más pobladas de la costa, obtienen su agua de los deshielos o de los páramos, pero en Lambayeque no hay ni páramos ni glaciares, simplemente, si llueve hay agua, y si no llueve, no hay agua.

Entonces, no hacer nada es algo casi criminal…

Pero lógico, y están en nada. Acá se hacen simulacros para tsunamis, para terremotos y esas cosas, pero nadie está haciendo siquiera recordar a la gente de los peligros de los incendios forestales y de la falta de agua.

Y los conservacionistas, ¿qué están haciendo?

Incluso muchos de los conservacionistas no creen que estamos entrando en una fase crítica, a veces la gente está más a la caza de fondos para alguna cosa, pero estos temas que son más globales y más críticos, peligrosamente los ocultamos.

Concretamente, ¿qué debemos hacer?

Hay varios planes de conservación de diversidad, de bosques, que deberían ejecutarse e implementarse, por ejemplo, reforestar las cuencas de los ríos, por lo menos en Lambayeque. Hace poco el reporte del río Chancay era 0,75 metros cúbicos por segundo, y es el principal río de Lambayeque de donde toma su agua para sobrevivir todo Chiclayo, y solamente la ciudad necesita 2 metros cúbicos por segundo para el servicio doméstico.

¿Qué cabe entonces?

Ya se está hablando de que este cambio global va a hacer que muchas especies migren, mueran, o desaparezcan las que no tienen la oportunidad de moverse. Sí, el panorama es sombrío.

¿Cuál es su reflexión acerca de la catástrofe de El Niño costero?

El Niño debe tomarse como una oportunidad y una bendición para las zonas tan áridas donde vivimos. La catástrofe se manifiesta cuando el desarrollo urbano y la infraestructura se hacen de modo tan irresponsable, como en la costa peruana, donde está la mayor parte de la población humana.

Hace poco conservacionistas de Chaparrí fueron atacados por un grupo de invasores, incluso su hijo resultó herido, y la comisaría de Chongoyape y el Ministerio Público de Chiclayo se negaron a recibir sus manifestaciones, sin embargo, aceptaron la declaración de los agresores, ¿qué le pediría a las autoridades luego de este lamentable incidente?

Las áreas de conservación privadas facilitan el trabajo del Estado para la conservación de su patrimonio, puesto que, por ley, tanto los bosques, el agua y su biodiversidad no son propiedad privada. El gobierno y sus autoridades deben agradecer el esfuerzo de las personas e instituciones que apuestan por la conservación, deben apoyarlos con incentivos y protegerlos del vandalismo y de los traficantes de tierras, simplemente haciendo cumplir la legislación vigente, y corregir aquellos vacíos que pudieran presentarse, de lo contrario, la gente puede pretender hacer su propia ley, que derramaría mucha sangre.

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Giancarlo Tejeda Written by:

One Comment

  1. Victoria
    3 Junio, 2017
    Reply

    He leído con avidez este extensivo reportaje que se le hace a Don Heinz Plenge, asertivo, directo, en los peligros a los que estamos expuestos, y exponemos a nuestra fauna, flora ni que decir por consiguiente a la raza humana, y que tendrán de herencia nuestros descendientes, si vamos desmembrando los bosques, que les quedará a los que vienen detrás de nosotros??

    Coincido plenamente con el entrevistado, en todo sus comentarios.

    Felicidades por este gran reportaje.

    Victoria Segura….

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